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Noriega se niega a aceptar el exilio, pero sus asesores buscan una salida negociada con EE UU

Antonio Caño

Fuerzas políticas afines al Gobierno panameño y medios diplomáticos extranjeros buscan una salida negociada a la crisis que vive actualmente el país, aunque nadie ha conseguido hasta ahora entrar en contacto con el general Manuel Antonio Noriega, cuya sustitución exigen Estados Unidos y la oposición interna como condición imprescindible. Noriega, según fuentes cercanas a él, no está dispuesto a una solución que implique su salida de Panamá, pero fuerzas políticas que respaldan al Gobierno están dispuestas a buscar una salida negociada.

ENVIADO ESPECIAL, Las fuentes consultadas aseguran que "se están produciendo algunos movimientos en torno a una eventual negociación, pero hasta el momento eso no ha llegado hasta el interior de las Fuerzas de Defensa". El general Noriega permanece en silencio y sin ser visto en público desde hace más de una semana, sin que sus asesores concedan a ese detalle ninguna relevancia política. "Está bien, tranquilo, cumple con su trabajo habitual y concede las audiencias previstas", afirmó un portavoz de las Fuerzas de Defensa. Sin embargo, grupos políticos que respaldan al general han ofrecido a la oposición posibilidades negociadoras que desbloqueen las situación actual.Rómulo Escobar Betancur, presidente del gubernamental Partido Revolucionario Democrático (PRD), fundado por Omar Torrijos, ha declarado desde Brasil, donde asiste a una reunión política, que su organización está en condiciones de negociar con la oposición el adelanto de las elecciones presidenciales y su realización bajo plenas condiciones democráticas. Para ello, el PRD accedería a pactar los nombres de los integrantes del tribunal electoral y de otras autoridades responsables de la limpieza del proceso. Asimismo, fuentes próximas al Gobierno afirman que éste está también dispuesto a que países latinoamericanos supervisen y garanticen la honestidad del proceso.

Una solución de este tipo podría ser aceptada por el general Noriega, según fuentes diplomáticas, siempre que ello no exigiese "un retiro vergonzoso" del comandante de las Fuerzas de Defensa. La fase más dificil de esa negociación sería la de buscar, de acuerdo con los militares, una solución al problema Noriega. El general, de acuerdo a fuentes próximas, no acepta una salida "del estilo de Somoza, Duvalier o Marcos", es decir, se niega a un exilio , pero nadie desmiente con la misma rotundidad la posibilidad de que el comandante en jefe deje paso, por la vía del escalafón y sin traumas, a otro hombre en su cargo.

Una fuente diplomática muy cercana al conflicto aseguraba ayer que "por el momento nadie está negociando con Noriega". "El propio embajador de Estados Unidos, Arthur Davis, dice que hay que negociar, que hay que ofrecerle una salida al general [sobre la base de que no será nunca procesado en Estados Unidos por vinculaciones con el narcotráfico, pero nadie sabe cómo se va a negociar ni quién va a ser el interlocutor", añadía.

A favor de la negociación juega también la debilidad mostrada por la oposición en sus últimas convocatorias de protesta. "Es evidente que los panameños solos no van a poder echar a Noriega", reconocía un diplomático extranjero. Ha bastado por ahora una represión de guante blanco para que las protestas de los últimos días se hayan limitado a actos de vandalismo por parte de grupos de estudiantes.

Falta de alternativa

Medios diplomáticos, incluidos norteamericanos, encuentran en el transfondo de este problema el hecho de que no existe realmente una alternativa política estructurada al régimen militar. Antes del golpe de octubre de 1968, protagonizado por Omar Torrijos, Panamá era poco más que un gran mercado fenicio protegido por las tropas norteamericanas estacionadas en el Canal. El Ejército, de la mano de Torrijos, le dio a Panamá por primera vez en su historia una estructura de Estado. Hoy las fuerzas armadas siguen siendo, en medio de la corrupción y los abusos de poder, la única autoridad monolítica, la única que es reconocida como tal en el conjunto del país. Sustituir eso por políticos civiles que no representan opciones políticas con garantías de estabilidad es un peligroso desafío, incluso para Estados Unidos.

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