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Hassan II reafirma su voluntad de asociar Marruecos a Europa

ENVIADO ESPECIALEl sol convierte en plata pura las nevadas cumbres del Atlas. En las calles de Marraquech estallan, en cambio, mil colores. Hassan II reafirma su voluntad de asociar Marruecos con Europa. Y, sin embargo, el pueblo marroquí le rinde pleitesía en su calidad de amir el muminin, o príncipe de los musulmanes. Marruecos celebra la fiesta del trono y conmemora el 279 aniversario del reinado de Hassan II.

Hassan II, deportista, hombre de Estado, soldado, peregrino en La Meca, con chaqueta y corbata o chilaba y tarbuche, contempla la agitada muchedumbre de Marraquech desde innumerables retratos. Con las palmeras compiten las banderas marroquíes, rojas con el sello de Salomón, y las pancartas verdes del islam.

Marraquech es una feria de guirnaldas luminosas, tiendas de campaña, policías de gala, orquestinas callejeras, camellos endomingados y jinetes de fantasía. Se desaloja a los turistas de los hoteles para dar cabida a las delegaciones oficiales marroquíes que acuden desde los cuatro rincones del reino.

Hassan II ha escogido este año Marraquech para celebrar la fiesta del trono. De hecho, el monarca y príncipe de los; creyentes reside desde hace un mes en la ciudad imperial del Sur, cuyo seco clima conviene mejor a su salud que la humedad de Rabat.

El norte del país, Tánger o Tetuán, tendrán que esperar un año más para acoger a Hassan II y la fiesta nacional. Las obras públicas que deben lavar la cara y sanear las entrañas del antiguo protectorado español, la región peor dotada del reino, no están ni mucho menos terminadas, y el soberano pretende que su visita allí coincida con tal acontecimiento.

"Nuestro país confirma su elección de una sociedad y economía liberales", afirmó ayer Hassan II, en el discurso anual de la corona. El monarca dedicó el grueso de su mensaje a la alabanza del modelo occidental. "Marruecos", dijo, "es plenamente capaz de integrarse en el sistema abierto y competitivo de la Europa comunitaria". El monarca no hizo ninguna alusión a Ceuta y Melilla, ni tampoco dijo una palabra sobre los esfuerzos argelinos por construir el Gran Magreb sin la participación marroquí.

El presidente portugués, Mario Soares, y el ministro español de Cultura, Javier Solana, han sido las estrellas extranjeras de la gran puesta en escena de Marraquech. El viaje de Solana responde a una invitación de su homólogo Mohamed Benaissa y ha expresado la voluntad española de reanudar al más alto nivel las relaciones con Marruecos, una vez superado lo que un diplomático llamó el "inevitable paréntesis de la negociación sobre la pesca".

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