Un buen concierto de Kurt Sanderling Orquesta Nacional de España.
Director: K. Sanderling. Solista: H. Schiff, violonchelo. Obras de Mozart, Haydn y Brahms. Teatro Real, 19 de febrero.Orquesta Sinfónica de la RTVE- Director: M. Bragado. Sobsta: J. Soriano piano. Obras de Falla, Chopín y Schumann. Teatro Real, 18 de febrero.
El concierto estrella del fin de semana madrileño fue, sin duda, el dirigido a la Orquesta Nacional por Kurt Sanderling (Arys, Alemania, 1912) en el que actuó el violonchelista austriaco Heindrich Schiff (Gmunden, 1952). Sanderling conecta todavía con la vieja tradición alemana, lo que se advierte pronto: crea sonido, flexibiliza la agógica y la dinámica, tiende a las frecuencias graves y, en Brahms, logra sonoridades muy densas.La obertura de Don Juan de Mozart nos presentó a la ONE en estado inhabitual: tersa, fresca, ágil, afinada y voluntariosa. La colaboración con Schiff en el Concierto en re, de Haydn, resultó modélica.
La Primera de Brahms, esa sinfonía de la que tanto se abusa, parecía renovada gracias a la altura de pensamiento y a la profesionalidad ley del director. Toda interpretación constituye una explicación. En el caso de Brahms, si su sinfonismo no se explica con claridad todo se torna hermético y el público aplaude el prestigio de un compositor. La explicación bramhsiana de Sanderling fue como una lección de lógica: se percibía de dónde procedía cada idea y cada pasaje, cómo en la transformación de los motivos surgen incidencias que dan lugar a nuevas transformaciones: toda la trama del sinfonismo del músico hamburgués apareció iluminada ante nosotros.
Schumann
La Sinfónica de Radiotelevisión Española invitó al maestro madrileño Bragado Darman (1945), actualmente director de la orquesta Concerto Grosso de Francfort. De su labor recordamos la Segunda sinfonía de Schumann, expuesta con claridad, cohesión, buena continuidad y ligereza. Antes había colaborado -de igualmente- con el píanista Joaquín Soriano (León, 1941). Siempre es grato escuchar a Joaquín Soriano. El catedrático madrileño rindió, como en otras ocasiones, su más íntimo homenaje a la poética chopiniana.
La tarde había comenzado con una lectura bastante superficial, clara pero apresurada y débilmente acentuada, de Los homenajes, de Manuel de Falla.
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