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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El juego de la guerra

Jugar a la guerra, a indios y vaqueros, o a romanos y cartagineses, es algo que hemos hecho casi todos los niños desde los 5 hasta los 13 años. Jamás había maldad, y mucho menos crueldad, en ese juego; por el contrario, constituía un derroche de fantasía e iinaginación y, por supuesto, un estupendo ejercicio fisico.No creo que ningún sociólogo pueda demostrar que quienes jugamos a la guerra en la infancia tuvimos una adolescencia violenta o una madurez agresiva. Por el contrario, todos los compañeros de juego que hoy recuerdo se han convertido en respetables padres de familia, que educan a sus hijos en la paz y para la paz, permitiéndoles, eso sí, que jueguen a la guerra. Porque, aunque parezca una simpleza, conviene recordar que el peligro no viene de quienes juegan a la guerra, sino de quienes la promueven y la llevan a cabo. Así como tampoco nadie se atrevería a afirmar que la causa de la II Guerra Mundial fue la innumerable cantidad de películas que se han rodado sobre la misma.

Es más, me atrevería a afirmar que en el momento en que cada ciudad tenga su propio campo parajugar a la guerra será porque ésta ha dejado ya prácticamente de existir. Esos campos serán como los parques zoológicos con respecto a la selva virgen, y las familias enteras podrán jugar a la guerra. Porque, puestos a prohibir los juegos bélicos, habría que prohibir, de paso y por analogía, las comparsas de moros y cristianos, las alardadas de fusileros y hasta las batallas florales, de tomates y de vino; por no decir nada de los juguetes y artilugios bélicos.

Está claro que deseo que ningún niño tenga que sufrir en su carne las consecuencias de la guerra y que ningún adolescente tenga que pasar por la experiencia traumática del combate.

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