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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otoños de dictadores

SE PERFILAN perspectivas muy distintas en las dos dictaduras militares que se mantienen en el Cono Sur de América como residuos de un pasado no tan lejano en el que predominaba ese sistema de gobierno. En Paraguay, la reelección de Stroessner mediante la falsificación descarada de los resultados apunta hacia un triste inmovilismo que una oposición debilitada no parece en condiciones de romper en plazo breve. En cambio, la decisión de las fuerzas democráticas chile nas de adoptar nuevas formas en su lucha contra Pinochet acerca la posibilidad de una transición hacia la democracia. Renunciando a la táctica de oposición frontal seguida hasta ahora, la casi totalidad de los partidos democráticos -con la excepción de los comunistas- han decidido hacer campañajuntos por el no en el plebiscito previsto para finales de 1988. Este acuerdo, que expresa un grado de unidad entre las fuerzas democráticas jamás alcanzado, ha causado entusiasmo en amplios sectores, y numerosos dirigentes sindicales y estudiantiles se han sumado a la nueva iniciativa opositora.Chile ha presentado durante mucho tiempo una situación contradictoria: por un lado, un sentimiento popular muy mayoritario contra la dictadura pinochetista. Al mismo tiempo, unos partidos opositores, expresión de esa mayoría, pero muy debilitados, no sólo por la represión del Gobierno, sino por la falta de unidad entre ellos. Este bloqueo parece haberse superado con la alianza suscrita a principios de febrero en un hotel de Santiago de Chile por 13 partidos políticos, enfocada a convencer a la mayoría de los chilenos de que contesten no en el futuro plebiscito. La constitución pinochetista prevé que la junta de los jefes militares presentará un candidato a la presidencia de la República, el cual se someterá a un plebiscito popular. Aunque el candidato aún no ha sido designado, Pinochet ha manifestado su deseo de presentarse para permanecer en su cargo. Hasta ahora, la actitud de la oposición ha sido exigir, en lugar de dicho plebiscito, una elección abierta, democrática, del futuro presidente. La nueva táctica es más realista y permite utilizar en mayor medida las posibilidades legales que ofrece el propio régimen. Coloca a Pinochet ante una opción difícil: si persiste en ser candidato, correrá un riesgo gravísimo. Si no lo hace, confesará su temor al veredicto de las urnas.

La campaña por el no exige, por otro lado, que los partidos realicen un esfuerzo considerable para preparar una red de interventores capaz de controlar en todo el país la corrección de los actos electorales. El aparato represivo de la dictadura pinochetista puede organizar una gran farsa. Ante ese peligro, la medida más eficaz es que los partidos, con los máximos apoyos de la sociedad, preparen una vigilancia lo más extensa posible de la votación. De ese control va a depender la viabilidad de la nueva política adoptada por la oposición chilena.

Si triunfa el no, la constitución vigente estipula que tendrán lugar elecciones libres en el plazo de un año. Ante tal eventualidad, los 13 partidos han definido una serie de objetivos comunes para impulsar la transición democrática: elección democrática del futuro presidente y un congreso constituyente, pleno respeto de los derechos humanos, sustitución de la "ley de partidos" vigente hoy -que limita fuertemente la existencia y actividad de éstos-, retomo de los exiliados y derogación de las proscripciones contra determinadas ideologías, como la marxista.

El partido comunista no ha suscrito el acuerdo de los 13 por considerar que el plebiscito no puede conducir a la democracia. Pero cuatro partidos de la coalición Izquierda Unida, y en particular el sector socialista de Clodomiro Almeyda, aliado de los comunistas durante un largo período, sí lo han firmado. La misma lógica de los hechos puede obligar al partido comunista a revisar su actual negativa. En la medida en que una victoria del no sea percibida por el país como una forma de infligir al régimen una grave derrota, no le será fácil permanecer al margen. La nueva táctica de la oposición de participar en el plebiscito podría aparecer como un paso atrás. Pero ciertos pasos atrás son necesarios para poder avanzar.

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