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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Attila' en la Zarzuela

Volvió a la escena del teatro de la Zarzuela la ópera Attila, de Giuseppe Verdi, representada en el mismo coliseo en mayo de 1976. El interés del público, de la psicología y la discografía por el un día denominado "Verdi menor", aumenta progresivamente a partir de 1951. Se reponen en los, principales teatros líricos las obras de "los años de galera", ésto es, I due Foscari, Giovanna d'Arco, Akira, Attila, el primer Macbeth y Masnadieri, Jerusalem, Il corsaro y La bettaglia & Legnano. Mario Rinaldi y Massimo Mila publican sus obras sobre el tema, pero Bonaccorsi se había anticipado en 1941. Fedele d'Amico estudia las principales partituras del período y el Instituto de Estudios Verdianos de Parma o la revista italiana de musicología recogen los estudios y análisis de Mario Medici, Giuseppe Pugliese y Giovarmi Ugolini. Los teatros líricos reponen óperas como Anda, no sólo por un deber de honrar a Verdi, sino como necesidad para el enriquecimiento del repertorio. Todo ello a pesar de tratarse, dígase lo que se quiera, de un Verdi no comparable al autor de La Traviata, Rigoletto, Don Carlo, Aida, Otello y Fastaff. Incluso óperas anteriores a La Galera, como Nabucco y Hernani, nos avisan con mayor intensidad sobre el gran talante dramático y musical de Verdi.

Opera 88

Attilla de Solera y VerdiIntérpretes: E. Nesterenko (Attila), J. Rawnsley (Ezio), M. Zampieri (Odabella), M. Malagnini (Foresto), S. Sánchez Gericó (Uldino) y A. Echeverría (Leone). Dirección musical: Romano Gandolfi. Escena: José Luis Alonso. Escenarios: Mario Bemedo. Figurines: Pepe Rubio. Luces: José Miguel López Sáez. Coro: José Perera. Orquesta Sinfónica de Madrid titular de la Zarzuela y coro del Teatro Lírico Nacional. Madrid, teatro de la Zarzuela, 13 de febrero.

Para empezar, el libreto de Attila es bastante disparatado y sus páginas no poseen tensión dramática. El escritor Luigi Baldacci, estudioso de los libretos verdianos, prefería sin embargo el de Attila a los de La fuerza del destino y Simón Bocanegra, por su mayor vitalidad y coherencia estilística, aunque los otros estén agitados por "unos demonios que Atilla no conocía".

Drama alemán

El tema o, para ser más exacto, el personaje del Rey de los Unos había llamado antes la atención de Corneille o de nuestro Virués, pero Temistocies Solera partió para su libreto de algo más próximo: el drama alemán de Zacharías Werner.Sobre el trabajo de Solera, un personaje pintoresco que alcanzó privanza en la corte madrileña de Isabel II a través de su amistad con Arrieta, escribió Verdi su música con ilusión y sin pensar que su obra fuera mejor o peor que otras. Y por supuesto aprovechando la ocasión para lanzar sus habituales alusiones patrióticas.

En algún trozo instrumental, en ediciones escénico-musicales como la de la laguna adriática en el dúo entre Attila y Eezio, la romanza de Odabella aparecen signos claros del gran verdismo. No así en otros momentos, particularmente en los más heroicos y guerreros que volverán, no sin notables evoluciones, en la misma Aida.

Tuvimos esta vez, sobre unos escenarios y figurines neotradicionales no exentos de atractivo, una dirección escénica adecuada y un reparto importante, sobre todo por la figura del protagonista encarnada, dramatizada y cantada excelentísimamente por el bajo Eugeni Nesterenko. Si Attila es el centro y suma de la ópera, el bajo soviético fue el centro y la cima de la versión.

Mara Zampieri, de grandes medios vocales, no siempre exacta de afinación pero segura en los agudos, alternó excesos de potencia con momentos de muy bella dicción poética.

Con el barítono John Rawnsley y el tenor Mario Malagnini, hizo la Zampieri un magnífico terceto, lo que importa mucho tratándose de uno de las grandes páginas de la partitura. Merecen, también, cita elogiosa en sus cometidos Santiago Sánchez Gericó y Alfonso Echeverría.

José Perera preparó bien los coros titulares y el maestro Romano Gandolfi, superveterano y dominador de todos los rincones operísticos, sirvió una versión palpitante y bien narrada, con lo que el éxito de la representación fue redondo.

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