Estreno de la 'Sinfonía ricordiana' de Julián Bautista
La primera audición en España de la Sinfonía ricordiana, de Julián Bautista (1901-1961), y la de la Cuarta sinfonía de Schumann, en su primera redacción, daban especial interés al último concierto de la Orquesta Nacional dirigido por Jesús López Cobos. Con la actuación de un violinista de tan excelente técnica y persuasión expresiva como el soviético Dimitri Sitkovetsky, el programa aumentaba su atractivo. Discípulo en Moscú de Yankelevitch y en Estados Unidos de Ivan Galamian, Sitkovetsky hizo un concierto de Sibelius a la vez rutilante e íntimo; exuberante, ensimismado en su oscuro lirismo en otros pasajes y servidor siempre de una exigente línea musical. Su éxito fue total.
Orquesta Nacional de España
Director: J. López Cobos. Solista: D. Sitkovetsky. Obras de Bautista, Sibebus y Schumann. Teatro Real, 12 de febrero.
Julián Bautista es un poco el Luis Cernuda de los músicos de la generación de 1927. Cuenta sin duda entre las mejores figuras de nuestra música y, no obstante, es poco citado y menos jaleado. Prueba de su talento y dominio técnico es la Sinfonía número 2, llamada ricordiana por haber obtenido el premio convocado por la editora milanesa en el 150º aniversario de su fundación. El compositor madrileño, discípulo real de Conrado del Campo y espiritual de Manuel de Falla, supera totalmente en esta obra todo rasgo nacionalista por mínimo que sea. Sin afiliarse a las tendencias de la escuela vienesa, triunfantes entonces, ni traicionar sus conceptos fundamentalmente tonales aunque nunca academicistas, Bautista aparece en la sinfonía pleno de modernidad por la ideología y el lenguaje de tal manera que aún transcurridos 30 años de su estreno, la obra no suena a convencional recuperación.
Correspondencias
Estrechamente cohesionados, tanto el discurso como la forma de la ricordiana se logran a través de una serie de transformaciones motívicas y celulares -melódicas rítmicas interválicas- muy sencillas pero de gran poder vivificador. La expresión corresponde- a la misma personalidad del músico: austero, introvertido, poco amigo de concesiones efectistas. El resultado es espléndido y harán mal nuestras orquestas si, después de lo retrasado del estreno, no incorporan definitivamente a su repertorio una partitura de semejante categoría. Como todas las que la poseen, no es totalmente asimilable a una primera escucha, lo que demostró una parte del público de los viernes con sus aplausos mesurados contrastados, eso sí, por las ovaciones y bravos de otro sector. López Cobos y la Orquesta Nacional hicieron un magnífico trabajo en la muy difícil sinfonía de Bautista y expusieron la de Schumann con leve andadura, bien trazada curva formal y gran concentración lírica.
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