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Políticos

Rosa Montero

Nuestros preclaros mandamases, sacrificándose una vez más por el bienestar del pueblo soberano, han decidido convertir el juicio de la colza en un cursillo acelerado de usos políticos. Es un esfuerzo que les honra, pues de todos es sabido que los españoles andamos más bien verdes en las cuestiones públicas, siendo todavía como somos una democracia adolescente. Tras este PPO tan atinado que nos han impartido desde el juicio, sin embargo, se puede decir con toda satisfacción que la ciudadanía empieza a saber discernir lo que vale un peine y la palabra de un político. El quid de la cuestión es el cinismo.Desde luego, el profesor Calvo Sotelo estuvo francamente magistral en su lección. Porque no sólo supo explicar con claridad didáctica que únicamente acusé a los ayuntamientos de la oposición para chinchar, sino que además, y tras hacernos creer durante años que era un tipo muermazo, se ha destapado ahora, vaya por Dios, como un hombre graciosillo y un ladino.

En lo que respecta al profesor Ciriaco, también aventajado alumno de Diógenes, su clase resultó de lo más oportuna porque evidenció que el cinismo es una asignatura básica estudiada por todos los partidos. También el PSOE se dedicó prioritariamente a jeringar al contrario en vez de ocuparse en serio del problema. Me los imagino ahora en aquellos meses conflictivos, mientras a los afectados se les engarabitaban los dedos del veneno. Me los imagino insultándose desaforadamente en el Congreso y dándose juguetones codazos a la salida: "Fastidiaros, que os hemos puesto como un pingo". Son como niños, pero niños malos.

Lo único que me preocupa es que este país arrastra, desde épocas franquistas, un peligroso desdén por lo político. Y no parece que la cosa vaya a mejorar con comportamientos como éstos. Por ello, y pese al indudable interés de este cursillo, yo recomendaría que a los profesores participantes se les administrara una cucharadita de rico aceite de colza. A modo de ejemplaridad y por haber mentido.

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