Juan Carlos Pallarols
El orfebre de Raúl Alfonsín
En su horas más bajas, al presidente argentino, Raúl Alfonsín, se le ha visto dando zancadas por los pasillos de la residencia de Olivos, en pijama, dando órdenes a altas horas de la madrugada y con su bastón de mando aferrado en su mano derecha. El orfebre que hizo el bastón es su amigo y el mejor platero de Argentina: Juan Carlos Pallarols, hijo de orfebres catalanes, que ahora está descubriendo España.
Cuando el general Bignone, último presidente de la Junta Militar argentina, supo que el triunfador de las elecciones democráticas de 1983 era Raúl Ricardo Alfonsín, ordenó confeccionar el bastón de mando que tradicionalmente se obsequia, como distinción de su dignidad, a los presidentes de la república. Se buscó a Pallarols, el más brillante orfebre del país, y se le encargó un bastón de ceremonia de estilo francés labrado en malaca, oro y con esmaltes.El orfebre se rebeló y acudió al propio Alfonsín, entonces presidente electo: "Mire usted, la nación esta quebrada, y este bastón afrancesado no representa lo nuestro". Alfonsín le dio carta blanca y el descendiente de orfebres catalanes recabó madera de tala proveniente de la rueda de un carro, con la que labró el alma del bastón. Fundió plata de objetos de uso campesino y talló la guarda con 22 flores de cardo y tres pimpollos, que no son sujetos de comercio y que se encuentran desde la Tierra del Fuego hasta Jujuy: 22 por otras tantas provincias argentinas y tres pimpollos sin florecer por los archipiélagos australes irredentos, que todo buen argentino tiene como propios.
Sólo en oro grabó el escudo republicano, y los pesos sobrantes del diseño original de la dictadura se destinaron a socorrer al hospital de Niños de Buenos Aires. La pieza quedó exhibida en una joyería del centro porteño para que los argentinos pudieran contemplar el símbolo de su libertad recobrada.
Los primeros Pallarols arribaron a Argentina en el siglo XVIII, y mantuvieron talleres artesanales en Barcelona y Buenos Aires. Los hijos volvían a Cataluña, generación tras generación, para casarse, hasta que 1936 cortó el flujo amoroso de la familia. El abuelo y el padre del orfebre de Alfonsín quedaron anclados en la reina del Plata, donde ya el nieto nació argentino y casó con argentina.
Juan Carlos Pallarols continúa trabajando por encargo en un increíble taller del barrio porteño de San Telmo, casi una rebotica de alquimista, resistiéndose fieramente a cualquier tentación de industrializarse. Dos de sus hijos varones ya trabajan con él, y entre los tres han restaurado la custodia de la catedral de Buenos Aires, que el abuelo José y el padre Carlos confeccionaron (170 kilos de plata) en 1934; cuatro generaciones trabajando sobre la misma pieza.
Labró para el Rey de España un facón de plata y una pipa en plata y oro, a más de otro espejo de plata para la Reina. Ahora ha labrado para Felipe González un mate con salvilla en el que se representa un cóndor y los escudos de Argentina, España y Sevilla.
Sus trabajos han sido los regalos de Alfonsín al Papa, a Reagan, a Mitterrand, a Gorbachov. Pallarols, a sus 45 años, jamás había visitado la tierra de sus mayores. Estos días está visitando Toledo, El Escorial, Granada, Sevilla. Y retrasa su viaje a Barcelona, lleno de miedo ante la tierra de sus mayores que le enseñaron casi biológicamente la amorosidad de la orfebrería.
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