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La Tate Gallery, en plena expansión

Túrner, en la Clore Gallery, un modelo ejemplar

Victoria Combalia

La famosa Tate Gallery de Londres posee tantas obras de arte que ha tenido que trasladar parte de sus colecciones a otros lugares y añadir nuevos espacios en su sede londinense. De hecho, el programa global incluye la creación de una Tate Gallery en Liverpool, un nuevo museo. de arte del siglo XX y tres espacios especializados: uno para el arte más reciente, otro para escultura moderna y otro para la colección Turner. A esta espectacular expansión hay que añadir la inauguración, en 1990, de las Nomura Galleries, producto de la donación de 1,5 millones de libras (alrededor de 300 millones de pesetas) de esta gran compañía japonesa al museo británico.

La construcción de la Clore Gallery, que alberga en un recinto aparte, pero contiguo a la Tate, el legado del gran. artista J. M. W. Turner (1775-1851) ha sido, según Allan Bowness, el acontecimiento más importante del museo que él dirige en la década de los ochenta. Y lo es, en efecto, tanto por su interés arquitectónico, cuya osadía y originalidad ha dado pie a numerosas polémicas, como por la envergadura de su colección y, sobre todo, por su modélico modo de enseñarla y conservarla.El legado hecho por Turner a la nación es, sin lugar a dudas, impresionante. Dado que, según expresa voluntad del artista, había de incluir "pinturas, dibujos y bocetos, sin distinción de acabado o no acabado", comprende la friolera suma de 300 óleos y alrededor de 20.000 dibujos y acuarelas.

En 1910 fue mostrado en la Tate en las galerías financiadas por el famoso marchante y coleccionista Joseph Duveen; las inundaciones de 1928 obligaron a trasladar todas las obras sobre papel al British Museum.

Ahora, con la Clore Gallery, no sólo vuelve a reunirse una gran parte de la producción turneriana, sino que además se crea un centro de estudios sobre el gran pintor romántico.

El coste total de toda la obra ha sido de 7,8 millones de libras, de las cuales seis millones (alrededor de 1.200 millones de pesetas) han sido financiados por la Clore Foundation. Sir Charles Clore (1904-1979) fue un magnate de la industria textil y del calzado; entre sus empresas se contaban Dolcis, SeIffidge / Lewis y Sears Holdings Limited. Coleccionista de miniaturas francesas de los siglos XVIII y XIX, así como de arte contemporáneo (con obras de Renoir, Signac, Kandinsky y Picasso, entre otros), había ya ayudado a comprar, para la Tate Gallery, la Danaide de Brancusi y un óleo de Kokoschka.

Fue su hija, la señora Vivien Duffield, quien, conociendo el deseo de la Tate de albergar el legado Turner en unas salas apropiadas, sugirió la fantástica donación a través de la fundación de su padre.

Edificio posmoderno

La Clore Gallery fue encargada a James Stirling, uno de los arquitectos más renombrados del Reino Unido, autor de la ampliación del museo de Stuttgart (19771985) y del Sack1er Museum, en Harvard (1979-1985).

El edificio, marcadamente posmoderno en lo que no concierne a salas de exposición, ha suscitado todo tipo de comentarios favorables y desfavorables: baste señalar que la publicación titulada The Clore Gallery reseña, hasta el momento, 84 artículos sobre el tema.

En forma de L y con dos plantas, la Clore Gallery entronca con la Tate en un extremo, y con el antiguo hospital militar de la reina Alejandra, por otro. Se accede a ella por un jardín con un estanque y una pérgola. Y si ésta es pesada y difícilmente cómoda o bucólica, el exterior del edificio recuerda, por su domesticidad, lejanamente a un parvulario. Más allá de esta apreciación puramente subjetiva, lo cierto es que el propio exterior plantea lenguajes (Charles Jencks ha Regado a hablar de nuevos "órdenes") sugerentes y originales, como la yuxtaposición de Portland y ladrillo, o la subdivisión de la fachada en una reja de cuadrados.

Color

El arquitecto manifestaba su deseo de crear "dislocaciones que también son transiciones" y el concepto parece adecuarse bien (y cumplirse) en su bello juego de continuidades y cambios de sentido a que obliga, sutilmente, el visitante. Pero el motivo de mayor polémica ha sido, sin duda, el del color. Si los del exterior recuerdan, por su horrorosa disonancia, a los del Poliorama barcelonés, los del interior, con sus malvas, rosas, turquesas y verdes son muy sixties, por un lado, y muy en la tradición inglesa, por otro.

Estos colores puntúan, de hecho, una atmósfera marcada por un beis claro y un color melocotón rebajado. La atmósfera alegre, pero un poco chocante, de esta zona (y a la cual, Sin embargo, se habitúa uno en seguida) contrasta, en un efecto voluntario, con el ambiente tranquilo y de luz difusa de las salas de exposición.

Las obras de Turner están ordenadas cronológicamente y por temas, desde sus inicios en la pintura de historia, su admiración por el paisaje clásico de Claude Lorrain, sus grandiosas marinas con naufragios, la ciudad de Venecia, hasta sus últimas obras en ocasiones calificadas de preimpresionistas. Entre éstas, junto a las muy conocidas Tormenta de nieve (1842) o Lluvia, vapor y velocidad (1844), se presentan aquí obras de difícil interpretación, como Amanecer con monstruos marinos (1845) y Luz y color (la teoría del color de Goethe), magnífica y misteriosa composición en forma de espiral.

En la sala dedicada a las acuarelas se irá mostrando, periódicamente, la obra sobre papel, seleccionada asimismo por temas: hasta ahora ha podido verse la espléndida Turner and the Channel, a la que seguirán las exposiciones tituladas El joven Turner y Turner y la arquitectura.

Si la cultura de un país se mide, básicamente, en su capacidad para difundir esta cultura, para estudiarla con medios apropiados y conservarla adecuadamente, entonces el Reino Unido es, en este sentido, modélico. Modélico en cuanto es capaz de crear instituciones cuya altísima profesionalidad y rigor crea un indeleble prestigio y que están (a diferencia, por ejemplo, de España) siempre al servicio del estudioso.

A raíz de la creación de la Clore Gallery, A. Wilton revisará el catálogo de los dibujos de Turner publicado por Finberg en 1909; se han reproducido en facsímil varios cuadernos del artista; se edita la revista Turner Studies y se ha anunciado ya un simposio sobre Turner en julio de 1988. Y, junto a una biblioteca especializada, se ha creado, asimismo, un departamento de conservación del papel, destinado a conservar no sólo los Turner, sino también los otros fondos de la Tate Gallery.

. Por ofrecer exhaustividad, el visitante incluso puede ver las salas de reserva, con Turners "de segunda fila" no exentos, evidentemente, de interés. Se ha conseguido, en definitiva, que tanto el público amplio como el estudioso más especializado disfruten y amplíen sus conocimientos sobre Turner.

Tradición y ordenador

La posmodernidad, los guiños a la historia, el atrevimiento cromático se detienen, de golpe, a la entrada de las salas de exposición. Cualquier verdadero amante del arte, que en estos últimos tiempos se siente justificadamente molesto ante el protagonismo de los arquitectos en detrimento de la adecuada exhibición de las obras de arte en lugares como el museo de Orsay o el antiguo Pompidou, se siente aliviado aquí.De hecho, fue una imposición de la Tate Gallery el que las salas de la Clore tuvieran "formas y proporciones tradicionales", y yo no creo recordar, hasta el presente, unas salas de exposición más adecuadas y, sobre todo, tan magníficamente iluminadas.

Su clasicismo no impide el que, técnicamente, sean las más avanzadas del mundo. El sistema de regulación de la luz y de las condiciones climáticas se realiza, en efecto, por ordenador.

Moqueta beis, amplio zócalo de madera y paredes de un color beis claro dan un tono uniforme que sólo varía en las paredes color malva de la sala destinada a las acuarelas.

La polémica del color de las paredes fue zanjada, finalmente, por el director de la Tate. Los tradicionalistas hubieran preferido el rojo inglés como fondo de los cuadros, comenta Anne Lyles, cuya explicación de las salas fue la más exhaustiva, rigurosa y entusiasta que uno pueda recordar.

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