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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Palabra de Dubceck

EL SIGNIFICADO de las declaraciones que ha hecho Alexander Dubceck en el órgano del Partido Comunista Italiano (PCI), L'Unità, trasciende el de un comentario más sobre la reforma de Mijail Gorbachov, sobre todo por la personalidad del que las ha hecho y por las circunstancias de su reaparición en la escena internacional, después de 20 años de forzado silencio. Dubceck fue el principal dirigente de la primavera de Praga y del intento de reformar el sistema socialista en el año 1968, dándole una base democrática, un ros tro humano y una mayor flexibilidad y eficacia eco nómicas. Intento interrumpido por la invasión de las tropas soviéticas. Éstas detuvieron a Dubceck y a parte de la cúspide comunista checoslovaca, si bien, ante la imposibilidad de colocar una dirección de recambio, lo trasladaron luego a Moscú, donde firmó, presionado de forma escandalosa, un protocolo que legitimaba la invasión de su país. A los pocos meses era sustituido por Husak, el hombre que se había puesto al servicio de la URSS.Entonces -y es lo que hoy tiene importanciafue expulsado del partido, acusado de haber ayudado a la contrarrevolución y traicionado al socialismo. ¿Por qué habla ahora Dubceck? No porque los supervivientes de 1968 sean los hombres aptos para la reforma de 1988. Ni él piensa tal cosa. La historia no marcha hacia atrás. En la ola de 1968 había sin duda, como dice Dubceck en su entrevista, una inspiración democrática, un deseo de estimular la participación ciudadana, que se acercan a rasgos de la actual perestroika. Pero el tiempo no pasa en vano, y serán hombres nuevos, formados por las dificultades y problemas del mundo de hoy, los que tendrán que democratizar y modernizar la sociedad checoslovaca. Pero, al elevar su voz, Dubceck recuerda algo importante: en el proceso de la perestroika, en la URSS y en otros países de su entorno, es ineludible el restablecimiento de la verdad histórica. Dubceck habla -no es un dato secundario- en el órgano del Partido Comunista Italiano, el más fuerte (con una diferencia considerable) del mundo occidental. Se trata pues de una iniciativa del PCI tendente a demostrar a la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) que no es posible prolongar las falsificaciones históricas a las cuales la URSS ha recurrido para justificar páginas negras de su historia. Pensar que con ello los comunistas italianos quieren crear dificultades a Gorbachov sería absurdo.A su vuelta de Moscú, el nuevo secretario del partido comunista, Milos Jakes, ha reiterado que no habrá rehabilitación de los hombres del 68. Una nueva prueba de ceguera de un hombre que desempeñó un papel esencial en la represión contra los comunistas que siguió a la invasión soviética. Hoy, el papel de Jakes es cubrir una etapa de transición, pero existe el peligro real de que sea un freno para cambios democratizadores deseados por el pueblo checoslovaco.

Por otra parte, la actitud de Gorbachov en la reciente reunión con responsables de los medios de comunicación demuestra hasta qué punto es serio el peligro de que la glasnost se quede en las orillas del estudio de la historia. La reunión puso de relieve el enorme interés de los lectores soviéticos por que les diga la verdad. Pero la respuesta de Gorbachov, en la línea centrista que ha adoptado en esa reunión, no podrá satisfacer esa demanda. Ha reiterado, como en su discurso del pasado 2 de noviembre, que se va a preparar una nueva "historia del PCUS". Es el camino de las verdades a medias, matizadas según criterios políticos de hoy, cuando lo que están pidiendo muchos soviéticos, empezando por los historiadores, es que se deje plena libertad para estudiar y publicar los hechos históricos, con las interpretaciones que unos u otros quieran darles. Es el único método científico y una exigencia moral, como lo recuerda la demanda de Dubceck de que se le restituya su honor político.

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