'King Kong'
Con escalofriante oportunidad fue hecho público ayer, vigilia de la Epifanía, un informe de Amnistía Internacional sobre la violación de los derechos más fundamentales de miles de niños que son víctimas de la represión política y la tortura en 21 países.Mientras la alegre cabalgata de los Reyes se abría paso a través de la ilusión de nuestros hijos, y de los mayores que tratan de recuperar un trocito de infancia mirándose en su sonrisa, uno podía perfectamente imaginar esa otra procesión de pequeños mártires para los que nunca habrá un despertar de azúcar y juguetes y de ciega confianza en los adultos de los que dependen para sobrevivir.
Los magos que visitan a esos niños no visten deslumbrantes ropajes ni calzan escarpines de seda; no se bambolean sobre carrozas decoradas desde las que dejan caer una lluvia de confeti y caramelos. Son, por el contrario, mensajeros del miedo, sórdidos asalariados al servicio de quienes no perdonan la inocencia ni en su edad más tierna. Ejecutores de la ley que decide que es culpable todo aquel que defiende lo opuesto, todo aquel que no piensa según se ordena y manda.
Ecuador, Colombia, Chile, Perú, Barbados, Surinam, Guatemala, Estados Unidos, Turquía, Líbano, Israel, Suráfrica, Etiopía, Uganda, Afganistán, Sri Lanka, Filipinas, Birmania, Irak, Bangladesh y Pakistán son los países que conforman el mapa de la infamia. No hay excusa para nadie: regímenes de derechas junto a otros llamados de izquierdas coexisten alegremente en la eficacia de diezmar al enemigo como sea.
La cabeza de King Kong recorrió ayer Madrid, como una de las atracciones de la cabalgata. King Kong vivió feliz en la selva, en libertad, ignorante del mundo de los hombres, hasta que un explorador ambicioso le encadenó y le condujo a la civilización, la esclavitud y la muerte. Quizás, ayer, la cabeza de King Kong dejó caer inadvertidamente una lágrima por los niños que ya han descubierto la crueldad de que son capaces sus mayores.
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