Tàpies, el cosmos en una sola imagen

Es curioso como la apreciación crítica de un mismo artista puede variar según el país y el momento en que se escriba, incluso desde la misma esfera de la crítica especializada. Así, en 1986, el holandés Rudi Fuchs (organizador de la Documenta de 1982) escribía en ¡in prólogo a una exposición de 7ápies: "Ahora se ha convertido en un artista ligeramente diferente, con una visión de un nuevo tipo de pintura, contemporánea y noble". Y más adelante "No tiene miedo de hacer pinturas bonitas".Frente a un panorama marcado por un voluntario feísmo por parte de las generaciones más jóvenes, el arte de Tàpies le parecía a Rudi Fuchs maduro y culto, por un lado, pero abocado a un cierto esteticismo, por otro.

No voy ni siquiera a rozar el tema de la paradoja que supone que en nuestro país, en cambio aún haya gente que opine que el arte de Tàpies consiste en cuatro garabatos mal hechos. Dando por descontado que Antoni. Tápies es uno de los mejores artistas vivos que Europa posee en la actualidad, la afirmación de Rudi Fuchs es cierta tan sólo a medías. La madurez de Tàpies se palpa en numerosos aspectos. Uno de ellos es, sin duda, el afianzamiento de un lenguaje propio, que nada tiene que ver con el estancamiento. De hecho, y como un día dijera Motherwell, un artista siempre está haciendo el mismo cuadro y el mismo tema, ya sean las manzanas de Cézanne o las figuras de Picasso.

Virtuosismo

En este sentido, el repertorio iconológico tapiesiano ha sufrido pocas variantes: libros, sillas, camas, jarras, zapatos, signos abstractos (cruces, letras, diagonales, cuadrados ... ), partes del cuerpo humano. El tratamiento que el artista le ha dado en estos últimos años está demostrando -he ahí una parte de la madurez- un gran virtuosismo técnico. Ahora bien, y aquí quería yo llegar, cuando uno piensa que Tàpies está llegando al colmo del refinamiento en la manera de extender un barniz, al colmo de la elegancia en su caligrafía inspirada en el arte oriental, etcétera, entonces es cuando viene Tàpies y vuelve a sorprendernos (es decir, vuelve a rechazar, como de un manotazo, el estancamiento). Véase si no su utilización del grafito, técnica que asociamos a lo vulgar o a lo marginal (o a lo rabiosamente moderno), y que el pintor reutiliza de forma magistral: en Descens y en Cartró III, el dibujo borroso del aerosol convierte a su objeto en una presencia no sólo misteriosa, sino mera sombra platónica, realidad recordada. O bien, la gomaespuma, material trivial si lo hay, enaltecido aquí (Espuma con cruz) hasta conseguir expresar una suprema gravedad.Que el artista no se esclerotiza lo demuestra también en su curiosidad por los materiales nuevos, en su afán por experimentar. Y como sucediera con Picasso y Miró, Tàpies ha sido tentado por la cerámica, primero, y por la escultura en bronce, después. Pero no son ni cerámicas ni esculturas, sino objetos tapiesianos, y mucho más fascinantes los segundos. La capacidad de sobrecoger se aviene mal a la cerámica, que es un material leve por excelencia, aunque lo consiguió el año pasado en varios ejemplos. Con el bronce consigue, por unta parte, enaltecer los objetos cotidianos (en una operación semejante a la de Jasper Johns), pero, por otra, nos los imbuye de.un sentido espiritual, ritual (Llibre) o, por el contrario, indirectamente crítico. Así, además de la proeza técnica que supone realizar su Butaca, su literalidad casi hiperrealista es tergiversada por unas ruedecitas, unos signos, una pasta chafada contra uno de sus brazos o una parte mordida: se trata de agredir el orden burgués, la inmutabilidad ole las cosas. Para acabar, muchos de sus extraordinarios dibujos y cartones inciden obsesivaniente en el tema de la enfermedad y del sexo. Hay mucho de experiencia vivida, ole nervio y síntesis del dibujo m.nemotécnico, y en uno de ellos, en donde se lee la palabra "roníance", la realización de un deseo que el pintor un día formuló: "Reunir el cosmos en una sola imagen".