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Tribuna:LA DISCRIMINACIÓN DE LA MUJER EN EL MERCADO LABORAL
Tribuna
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La otra mitad del futuro

La inserción de la mujer en todos los órdenes de la actividad social es, como dice la autora del artículo, esencialmente un problema de igualdad de oportunidades. Esa inserción se produce en la búsqueda de empleo, con una dificultad añadida que hace que el paro juvenil sea en gran medida un problema femenino. Esa situación no se acabará hasta que quede claro que las profesiones no tienen sexo.

Cuando se lee o se oye hablar sobre los jóvenes da la impresión, con frecuencia, de que la juventud está formada sólo por varones que, además de hacer el servicio militar, tienen que hacer frente a una serie de problemas entre los que la dificultad para encontrar un puesto de trabajo es probablemente el más grave.El paro juvenil es, en cifras absolutas, también un problema de las mujeres, y, en porcentajes, sobre todo un problema femenino: en el primer trimestre de 1987 había 1.046.400 varones y 905.400 mujeres de menos de 30 años en paro, lo que representa respectivamente tasas del 35,2% y del 43,77. del conjunto de la población activa de cada sexo. El colectivo, pues, que más afectado está por la falta de puestos de trabajo y por la no adecuación de su formación profesional a los, requerimientos del sistema productivo es el constituido por las mujeres jóvenes. Mujeres que, a diferencia de la generación de sus madres y de sus abuelas, ya no sólo no padecen el analfabetismo, sino que han alcanzado niveles de formación bastante altos: el 80%. de ellas tiene estudios medios o anteriores a los estudios superiores, a pesar de lo cual su tasa de paro es ocho puntos y medio más alta que la de los chicos de sus mismas edades. Y, lo que es más curioso, el paro femenino de las menores de 30 años es más alto entre las que tienen estudios superiores que entre las que tienen estudios primarios, justo lo contrario de lo que ocurre con los varones; sin duda, entre otras razones, porque las chicas siguen escogiendo carreras universitarias tradicionalmente femeninas que tienen menos salidas que las tradicionalmente masculinas. Así, por ejemplo, las mujeres representan todavía un 13% solamente del alumnado de las escuelas de ingeniería, aunque desde el curso 1980-1981 hasta el 1984-1985 su participación en ellas haya aumentado un 53%.

Pero también ocurre que los empresarios, a la hora de escoger entre una chica y un chico con la misma preparación, siguen prefiriendo un chico, incluso en los casos en que la chica tiene un currículo algo mejor y está dispuesta a cobrar un poco menos. ¿Por qué? Porque, dicen los empresarios, "las mujeres tienen hijos" y ello conlleva siempre un menor interés por su carrera profesional, un mayor absentismo, una menor dedicación, etcétera, lo que es negativo para el ejercicio de cualquier puesto de trabajo, pero sobre todo para los de cierta responsabilidad. ¿Hasta qué punto es ello verdad? En este momento España cuenta con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo: el número medio de hijos por mujer es de 1,5, y además, cuando se pregunta a las jóvenes si piensan casarse y tener hijos, las que contestan afirmativamente dicen que se casarán tarde y tendrán pocos hijos, y cada vez son más las que no hacen ninguna de las dos cosas. El número de matrimonios ha pasado del 7,75 por 1.000 en 1973 al 4,8 por 1.000 en 1983.Compartir profesionesLo que sí es cierto es que las mujeres, cuando viven en pareja y tienen hijos, comparten poco o nada las responsabilidades domésticas con sus compañeros o maridos. Según datos de una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas, sólo en un 14% de los casos los maridos colaboran en las tareas domésticas en el momento del nacimiento de un hijo. A estas jóvenes, para hacer una buena carrera profesional, no les queda más remedio que seguir en mayor o menor medida el modelo de la supermujer que ya nos empiezan a presentar -de manera bastante grotesca- los telefilmes americanos: mujeres que, por querer llegar a lo más alto posible en su empresa, tienen problemas de salud, afectivos y de todo tipo. Claro está que las mujeres españolas, a ¡partir de cierto nivel de ingresos, pueden utilizar los servicios de una empleada de hogar, joven o no, mucho peor remunerada que un portero o un chófer y muchísimo menos pagada que un fontanero o un electricista. Lo que no se deriva de la menor dificultad y responsabilidad de lo que hacen las empleadas de hogar, sino simplemente de que las profesiones realizadas exclusiva o mayoritariamente por mujeres están siempre infravaloradas.

Como el programa a medio plazo de las Comunidades Europeas sostiene, para conseguir una mayor igualdad de oportunidades de las mujeres y, por tanto, para disminuir el paro de la población femenina y mejorar sus condiciones laborales, incluidos sus salarios, es necesario diversificar las opciones profesionales de las jóvenes y conseguir que las profesiones no tengan sexo; es decir, que no haya carreras u oficios femeninos y carreras u oficios masculinos. Desde que se está trabajando en esa dirección en España, el porcentaje de mujeres del total de personas que, gracias al Plan Nacional de Formación e Inserción Profesional, han realizado su formación con evaluación positiva ha pasado del 29,4% en 1984 al 43,1% en 1986, y además ha disminuido su concentración en las especialidades consideradas tradicionalmente femeninas (administración y oficinas, textil, técnicas sanitarias y belleza). Y a lo largo de 1986 el número de mujeres ocupadas de menos de 30 años aumentó en 102.100.

Sin duda en mayor o menor relación con sus dificultades para encontrar un puesto de trabajo, las jóvenes españolas se ven afectadas aún más negativamente que los varones por otros problemas, como los que representan la droga, la prostitución, las agresiones sexuales, los embarazos no deseados, la escasez de servicios o escuelas infantiles para el cuidado de los niños más pequeños, etcétera. Los embarazos no deseados entre las más jóvenes conducen a las madres solteras sin recursos al aborto clandestino o al matrimonio prematuro. Las jóvenes son, así, las principales víctimas de una educación para la salud y de unos servicios de planificación familiar todavía insuficientes, así como de una ley de despenalización del aborto cuya aplicación está demostrando que no se ajusta a las necesidades reales de la población femenina española.Medidas de apoyoEs necesario, pues, completar las políticas de apoyo al empleo juvenil con medidas específicas de fomento del empleo femenino; hay que incidir en las actividades de las jóvenes para que escojan también profesiones masculinas y se atrevan cada vez más a crear sus propias empresas; en sus compañeros, para que compartan con ellas las responsabilidades domésticas y el cuidado de los hijos; en los empresarios y en los dirigentes sindicales, para que desarrollen en sus centros de trabajo acciones positivas a través .de programas que favorezcan una mayor participación de las mujeres en la formación y en el empleo; en los responsables de las diferentes administraciones públicas, para que impulsen y apoyen dichos programas, que también se deben realizar dentro de la función pública. Y para que se dediquen suficientes recursos a la creación de los servicios públicos necesarios, especialmente a los destinados a cuidar y educar a los niños más pequeños.

Todavía hay, sin duda, quien Jotiene la esperanza de que las jovenes, viendo las dificultades que conlleva ser una mujer moderna, vuelvan a aceptar el modelo tradicional y quieran ser exclusivamente buenas madres y esposas. Todo parece indicar que ello no será así y que el número de mujeres que elegirán la alternativa tradicional irá siendo cada vez menor, porque su nivel de formación las empujará a ser activas laboralmente y porque la amenaza del divorcio o del paro de sus cónyuges les hará valorar cada vez más su propio puesto de trabajo. Y si tienen que hacer un sacrificio, escogerán antes el de renunciar a la maternidad que el de dejar de formar parte de la población activa. Entre los primeros trimestres de 1986 y de 1987, la población activa de menos de 30 años ha aumentado en 178.600 mujeres frente a 122.600 varones.

Estos datos y reflexiones nos han servido de base para elaborar el primer Plan para la Igualdad de Oportunidades de las Mujeres (1988-1990), cuyas 120 medidas referentes a la educación, a la formación profesional, al empleo, a la salud y a la protección social esperamos que incidan positivamente en la situación de las jóvenes españolas. Con ello queremos contribuir a que las decisiones políticas, y muy especialmente las que se refieren a los jóvenes, se tomen pensando en las mujeres para alcanzar mayores niveles de igualdad y una mejor utilización de nuestros recursos humanos.

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