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Reportaje:

Crear para la vida cotidiana

Los nuevos espacios del hábitat admiten todas las tendencias

Lluís Bassets

Las enormes vidrieras del Grand Palais, de París, se encienden, a la caída del sol, con una oscilación luminosa de color violeta. Este neón tembloroso e inmenso se percibe en la lejanía desde numerosos puntos de la ciudad. Es el reclamo y la creación artística más espectacular de SAD 87, una feria de nombre críptico que se anuncia como Bienal de la Creación Contemporánea y que estará abierta en París hasta el 20 de diciembre, para visitar después otros países. El Salón de los Artistas y Decoradores (SAD) es un certamen que viene celebrándose desde 1904 y que ha ido proporcionando puntos de referencia de las modas y tendencias en vigor, principalmente en diseño y en artes decorativas.

El nuevo salón ya no proporciona pautas nuevas sobre las tendencias predominantes en el gusto. No hay tendencias predominantes. Como un laberinto, un rompecabezas o un almacén desordenado en el que se mezclan muebles antiguos y aparatos ultramodernos, restos arqueológicos de épocas pasadas y ruinas del futuro, armatostes inútiles y herramientas imprescindibles, la bienal ofrece en revoltijo todas las tendencias del gusto, en la medida en que todas las tendencias se hallan referidas en el Cafarnaún de la creación contemporánea.La heterogeneidad de la exposición no es menor que la variedad de estilos, manierismos y modas sintetizados y sorbidos por el remolino de la creación más joven. Instalaciones efímeras, objetos inútiles, escenografías de un decorativismo irónico y malicioso se exponen junto a modestos y eficaces enseres y utensilios del hogar o de la oficina. Todo queda envuelto en una instalación única, organizada bajo la guía de la temporalidad de la vida cotidiana.

La cúpula de vidrio del Girand Palais, gracias a una instalación de Yann Kersalé, palpita siguiendo también un ritmo temporal. La luz violeta oscila en intensidad al ritmo del segundo astronómico del Observatorio de París, y la luz blanca fijada sobre la estructura metálica, al ritmo del chorro de arena de una gran clepsidra.

Un corazón azul que palpita en la tiniebla de la ciudad. Esta parece ser la imagen de la creación y del diseño difundida por SAD 87. Los grandes conceptos canónicos de la decoración, el diseño, la arquitectura o las artes plásticas han quedado diluidos. Las modas, tendencias y gustos se han agolpado y solapado unos encima de otros. La exposición lo explica: no hay discontinuidades entre la instalación todavía conceptual y la idea útil para la industria, entre la arquitectura y la decoración, entre el teatro y la vida. La propia instalación tiene algo de zoco, de parque de atracciones, de feria de curiosidades y de certamen comercial.

El imperio de lo efímero

Gilles Lipovetsky no hubiera encontrado mejor escenificación para sus teorías. Su libro El imperio de lo efimero Iba sido recibido en las páginas de Le Monde como "uno de los libros faro de los años ochenta ( ... ) como lo fueron en su tiempo El hombre unidimensional, de Marcuse, o El anti-Edipo, de Deletize y Guattari". "Después de la era intransigente y teológica, la era de la frivolidad del sentido", sentencia Lipovetsky. Esta es, para el filósofo, una era en la que la moda es el instrumento de emancipación y el recipiente de toda la creación, convertida en efímera, en cultura-kleenex.Todo esto puede verse en el Grand Palais. Se perciben todavía restos de la nostalgia de los años cincuenta, se respira casi la influencia de Philipe Stark sobre los creadores más jóvenes, pero también surgen aquí y allí guiaos y referencias al modem style, al punk, al kitsch.

Dándole la vuelta a las cosas, esta podría ser una feria comercial y convencional de arte de vanguardia. Pero la vanguardia, cuando existía, no era ni comercial ni convencional. Esta feria, en el fondo, es un tentáculo extendido hacia el futuro. El pasado es una referencia estilística, y el futuro, el campo de trabajo y de aplicación.

La poscasa

El tiempo que organiza la exposición quiere ser la organización cronológica del individuo futuro. Los muebles -adaptados a la informática o a las necesidades volubles de un segundo de lirismo o de perversión esteticista-, las vajillas, las tazas de retrete con televisor incorporado, quieren ser los componentes del habi táculo de mañana; la poscasa, se gún expresión de la Prensa itafiana. Los centenares de objetos e instalaciones diseñados por 700 creadores, en su mayoría franceses, configuran un mundo que parece surgido de un vertedero o de la casa de un trapero sideral, coleccionista de piezas del pasado y del futuro.Pero en la observación de cada uno de los diseños y propuestas aparece una voluntad de hierro, dirigida hacia la utilidad, la eficacia comercial y el servicio a la industria y al consumo. "Regresamos a la época de la Bauhaus, cuando los que concebían los apartamentos lo dibujaban todo, desde el mueble hasta la cortina, pasando por la lámpara, el tapiz o la cucharilla", asegura Max Garnault, vicepresidente de la bienal.

Las preferencias del consumo hallan respuesta acorde en la exposición: los gadgets, la lencería, los cuartos de baño, el arte funerario (por primera vez en el mundo, una feria, Funeraria. 87, se ha ocupado en París del comercio de la muerte), los restaurantes urbanos y elfasifood o los muebles y entornos inspirados en las culturas primitivas.

La creatividad de los diseñadores franceses queda fuera de dudas en esta muestra. También queda fuera de dudas, por fortuna, su escasa personalidad respecto a los creadores no franceses. La diferencia, según los propios organizadores, radica en la escasa conciencia estética de los industriales franceses, a diferencia de lo que sucede en algunos países vecinos.

Industria y creación

Los italianos, por ejemplo, que ocupan un espacio entero dedicado al hábitat del futuro, en el que se exponen proyectos y materiales en perfecta síntesis entre industria y creación.En Francia, a pesar del dinamismo urbano y arquitectónico que asocia la creación al diseño de nuevos espacios, desde una nueva brasserie hasta un nuevo centro cultural, la industria todavía mantiene actitudes conservadoras respecto al diseño.

De cómo van las cosas en España también habla la exposición. No hay ni un solo creador español ni ningún industrial representado. Sólo una piadosa frase en el catálogo recuerda que, a pesar de la ausencia, en España también hay creadores, olvidados al parecer por casi todos, poderes públicos e industria.

"En España, desde la boutique hasta la discoteca, el país rehace su imagen. ¡A los creadores se les reconoce su utilidad visual!". A juzgar por SAD 87, nadie lo diría.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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