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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La cumbre

EN VISPERAS de la llegada de Gorbachov a Washington salta a la vista la diferencia que existe entre la cumbre en ciernes y las que se han sucedido en los últimos 20 años. No sólo se dan rasgos sin precedentes en las relaciones soviético-norteamericanas, sino que se produce en una coyuntura innovadora en la evolución de los asuntos del mundo. En primer lugar, se va a firmar un tratado que no es de limitación del rearme sino de desarme. EE UU y la URSS van a destruir todas las armas nucleares de un alcance entre 500 y 5.000 kilómetros. Además, se intensificará la preparación del tratado para la reducción en un 50%. de las armas nucleares estratégicas. Por ello, constituye el inicio de un viraje histórico: el paso de una larguísima etapa de rearme a un período en que desarmes sustanciales serán posibles.Un rasgo radicalmente nuevo del acuerdo es el relativo al control del mismo. Por primera vez, la URSS y EE UU inspeccionarán sobre el terreno determinadas instalaciones militares del otro país. Los soviéticos jamás habían aceptado la inspección in situ. La puesta en práctica de ese sistema será un desafío con vistas al futuro. Y si funciona, su dinámica misma será generadora de confianza. Los avances del desarme, incluso en su fase inicial, exigen considerar modificaciones serias en lo que ha sido hasta ahora la estrategia de la OTAN. El papel de las armas convencionales crecerá y, concretamente para Europa, se plantean problemas nuevos. La reacción de quienes, afirman que "Europa tiene miedo" sólo refleja incapacidad para comprender los cambios objetivos que se están produciendo. Con la evolución que tiene lugar en la URS S resulta irreal construir la seguridad europea sobre la hipótesis de que estamos a punto de ser agredidos por los soviéticos. Lo que se precisa es reforzar la defensa convencional -y el papel europeo en ella- y poner en marcha el proceso de desarme convencional, muy retrasado en relación con el nuclear. En este terreno, Europa debería tener un espacio de iniciativa política propia. Pero, si no hay voluntad política, seguiremos en actitud de espera pasiva ante lo que hagan Moscú y Washington.

Otro hecho sin precedente es la carga de simpatía con la que llega Gorbachov a EE UU. Y el contraste entre su dinamismo y el decaimiento de Reagan. Ello alimenta recelos en sectores derechistas de Washington y puede dificultar la ratificación del acuerdo por el Senado. En cambio, una gran mayoría de la opinión pública de EE UU, según los sondeos, es favorable al tratado. Será motivo de reflexión para los sociólogos la moda de simpatía hacia Gorby que se ha despertado estos días en EE UU. A ello ha contribuido la publicación de su libro y su presencia en televisión, donde ha dado la imagen de un político inteligente y abierto. Los exagerados tonos de la propaganda antisoviética en la etapa de auge de Reagan han provocado una especie de revancha psicológica: el contraste entre el modelo estereotipado presentado y el Gorbachov real ha jugado a favor de éste. Pero, más allá de la moda, lo esencial es que la cumbre se produce en un momento en que está en marcha en la URSS una restructuración difícil, pero con objetivos de largo alcance. Como escribe The New York Times, "no son simplemente palabras: hay cambios tangibles en la sociedad soviética". Ello fomenta una actitud más abierta en EE UU ante las posibilidades nuevas que el tratado de desarme puede abrir.

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