El último gran papel
Ronald Reagan, debilitado y al fin de su presidencia, podría abrir el camino a un gran compromiso con la URSS
Los nuevos pragmáticos de la Casa Blanca afirman que la cumbre con Gorbachov supondrá un paso histórico similar a la apertura a China realizada por Nixon. Los conservadores gritan: "¡Traición!", y Henry Kissinger afirma: "No sé adónde vamos a parar". Cuarenta y ocho horas antes de que el líder más atractivo de la Unión Soviética desde Lenín haga su entrada en la Casa Blanca para entrevistarse por tercera vez con un hombre que hasta hace poco calificaba a la URSS de "imperio del mal", la destrucción de la mitad de los arsenales nucleares estratégicos de las dos superpotencias parece una realidad alcanzable."Hay ciertas cosas que ciertos presidentes pueden hacer, y éste es el presidente adecuado, en el momento preciso, para realizar ese acuerdo", afirma Tom Griscom, director de comunicaciones de la Casa Blanca. Pero en un intento de calmar a la desatada derecha y disminuir expectativas, el pcrtavoz presidencial asegura que no es una cumbre "entre viejo; amigos, sino entre viejos enemigos".
La ratificación por el Senado del tratado INF va a ser muy diricil y lenta, y aunque los conservadores finalmente quizá no puedan destruirlo, sí son capaces de frenar un eventual acuerdo de armas estratégicas. Y se están preparando. Sólo George Bush, de los seis aspirarítes del Partido Republicano a la presidencia, apoya el INF.
Para dar un paso de esta naturaleza muchas cosas han tenido que pasar. Ronald Reagan, el día que entró en la Casa Blanca, afirmó que la URSS "se reserva el derecho a cometer cualquier crimen, a mentir y a engaffiar para lograr la dominación comunista mundial". Sus aterrados seguidores temen que su cruzado de la guerra fría se deje llevar por su fascinación romántica con la abolición de las armas nucleares y vaya demasiado lejos en sus cara a cara con Gorbachov.
Es al final de su presidencia, cuando está más débil -su índice de popularidad ha caído por debajo del 50%, a un histórico 45%-, cuando Reagan parece preparado a dar este giro dramático. Es cierto que la necesidad empuja a los dos líderes.
La firma del tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance, fundamentalmente desplegados en Europa (INF) con ser importante y suficiente para dar contenido a la cumbre, ha sido superada por las expectativas que dibujan un gran compromiso. El listón está muy alto y en la vigilia previa, soviéticos y norteamericanos, estimulados por el eco de 5.000 periodistas llegados de todo el mundo, hablan de que es posible un acuerdo de principio que permitiría una cuarta cumbre en Moscú antes del verano y la firma de un tratado que acabaría con buena parte de los gigantescos y desestabilizadores cohetes interconti nentales.
Incógnitas y acusaciones
Subsiste, sin embargo, una gran duda. ¿Será capaz Reagan, en aras del pragmatismo y de logra ese acuerdo, abandonar el SDI a una muerte segura? Las señales de alarma desatadas por los con servadores sugieren que es posible. El presidente afirma que no. "Esto no es una distensión como la de los años setenta, y no per mitiré que origine un rearme soviético". Para calmar a su parroquia, quele amenaza con un divorcio irreparable, lleva varios días pidiendo a Gorbachov que fije una fecha para salir de Afganistán y de Nicaragua, y denuncia retóricamente a la URS S, a la que acusó esta semana de nuevas violaciones del tratado ABM."El presidente ha olvidado los principios básicos por los que fue elegido", clama la derecha republicana. Lo cierto es que, de sus tres obsesiones, ya ha abandonado prácticamente dos: el derrocamiento de los sandinistas, y la no subida, en ningún caso, de impuestos. Sólo le queda intacta la guerra de las galaxias.
Desde que los dos líderes se entrevistaron en Reikiavik hace 13 meses, en una audaz partida de póquer- que puso los pelos de punta a Europa, Reagan ha perdido el control del Congreso.
Desde aquellas elecciones del 4 de novierribre de 1986, que para los observadores señalaron el fin efectivo de su presidencia, Reagan se ha visto enmarañado en el escándalo Irangate, que ha dañadc irremisiblemente su imagen; ha sufrido desconcertado el crash de las bolsas, y -aparece impotente para dominar los déficit fiscal y comercial. Sus promesas de acabar con el Estado se han quedado en nada. Va a dejar un Gobierno federal más gordo que el que recibió. Tampoco en el terreno social y moral se ha atrevido a dar la batalla, y su impacto final no refleja su extremismo. Queda en pie el derecho al aborto.
Sin demasiadas perspectivas para los últimos 14 meses de mandato, Reagan, impulsado por su instinto y por su mujer, Nancy, está decidido a aprovechar lo que puede ser la última oportunidad de demostrar que todavía es un líder y no un presidente: irrelevante. La oportunidad se la brinda un Gorbachov que ha apostado por sacar del estancamiento a un país que sólo tiene de gran potencia sus cohetes nucleares. Los dos necesitan un éxito: Reagan, para salvar históricamente su presidencia, y Gorbachov, para consolidar su poder y demostrar a sus pares, que consigue resultados, y a la población, que podrá trasvasar rublos de los cañones a la mantequilla.
Las armas del pulso
Déjense de tonterías y de decir que mis opiniones sobre el comunisrno han cambiado, espetó el presidente el 22 de septiembre a un grupo de conservadores preocupados por el abandono de los principios que creían adivinar en la política de Reagan. Éste, poco antes, había comentado: "No pienso tirarme al precipicio envuelto en la bandera norteamericana como ellos querrían". A sus atónitos interlocutores, el presidente les dijo: "Gorbachov es un tipo diferente de líder soviético, el primero que dice que su objetivo río es conquistar Occidente". Hasta ahora -se ha quejado el presidente- no tenía interlocutores en Moscú, los líderes "se me morían encima".Los asesores de Reagan le dicen ahora que Gorbachov está dispuesto a pactar si EE UU le ofrece un trato. El ex presidente Nixon le aconseja que utilice finalraente su sueño de la guerra de las galaxias como pieza de trueque en la negociación para lograr un acuerdo START. Reagan, seguro de su capacidad como negociador, forjada en el sindicato de actores del Hollywood de la posguerra, confia en no dejarse dorninar por un hombre 20 años más; joven que él y mejor preparado. "¿No le molesta la popularidad de Gorbachov?", le preguntaron el martes en una escuela de Florida. "Dios mío, no, si una vez compartí una película con Errol Flynn".
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