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El termómetro

Álex Grijelmo

El cupo vasco ha sido, desde que fue reinstaurado en 1981, el verdadero termómetro de las relaciones entre los Gobiernos central y autónomo; el reflejo de las necesidades económicas de ambas partes y, por todo eso, el capazo de los golpes.Ahora ha saltado el trascendental acuerdo que permitirá a las dos administraciones planificar sus finanzas conociendo las reglas del juego, y no es casualidad que esto sólo haya podido ocurrir cuando el partido socialista gobierna a la vez desde Madrid y desde Vitoria, en este caso en coalición con el PNV, su contradictor tradicional.

El cupo vasco aparece en la nueva legislación española en 1979, cuando el entonces presidente Adolfo Suárez y el Partido Nacionalista Vasco viven un fértil idilio. Así, el artículo 41 del Estatuto vasco señala que "la aportación [económica] del País Vasco al Estado consistirá en un cupo global ( ... ) como contribución a las cargas del Estado que no asuma la comunidad autónoma", las denominadas cargas generales del Estado. El Estatuto agrega que la cantidad que se debe pagar habrá de ser negociada por una comisión mixta. Así pues, se consagra el principio de negociación de igual a igual, de modo que el cupo nunca puede ser impuesto.

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No quedaron ahí los hijos del idilio, y en mayo de 1981 nació la ley del Concierto Económico, según la cual cada cinco años se fijará un método de cálculo destinado a deducir cuánto ha de pagar la comunidad al Estado en cada ejercicio presupuestario.

Para ello serán precisos el previo acuerdo en la comisión mixta -es decir, se sigue necesitando una negociación- y posteriormente una ley quinquenal del cupo que eleve el acuerdo a rango legal.

Atrapados

La propia ley del Concierto fijaba el cupo inicial: el País Vasco debe pagar el 6,24% de lo que cuesten las cargas generales del Estado. Ese porcentaje debería prorrogarse provisionalmente al año siguiente y en los sucesivos si no se produjese el acuerdo para la primera ley quinquenal. Y eso es lo que ha ocurrido. Los Gobiernos que sucedieron a los de Suárez estaban, pues, atrapados por ese porcentaje repetible hasta el año 2001, fecha en que concluye la vigencia del Concierto.

El mes de febrero de 198 1, el del intento de golpe de Estado, resultó significativo, al menos como referencia temporal. Aquel susto fue inmediatamente anterior a los pactos autonómicos PSOE-UCD, que iban a crear la LOAPA y que intentarían aumentar el cupo.

El PSOE siempre tuvo la sospecha de que el cálculo estaba desinflado en favor del Gobierno vasco, y aquellos pactos -firmados ya por el presidente Leopoldo Calvo Sotelo- dieron con la fórmula para ampliar la transferencia: si no se podía cambiar el porcentaje del 6,24 sobre las cargas generales, se aumentarían precisamente las cargas generales. Y así aumentaría el cupo. Se incluyeron dentro de aquéllas las inversiones del Fondo de Compensación Interterritorial, entre otros conceptos. Y nació el conflicto.

En esa situación, los cupos se fueron pactando dificultosamente cada año, tras tediosas negociaciones en las que al final el precario acuerdo era más político que técnico, y siempre reflejando la situación entre el Gobierno central o el de Euskadi, ya fuera presidido por Carlos Garaikoetxea o José Antonio Ardanza. El pacto quedaba cada vez como provisional, a expensas del cupo definitivo del quinquenio, que era la red sobre la cual los negociadores hacían sus piruetas. El primer quinquenio concluyó en 1985, pero también entonces los dos contendientes evitaron entrar en el intrincado camino del acuerdo técnico. Era más fácil, una vez más, la prórroga política. Como ha ocurrido hasta ahora.

Tras el Gobierno de coalición en Euskadi, los altos cargos de la Administración eran ya partidarios de emprender el borrón y cuenta nueva: dar por bueno todo lo pasado y negociar sólo para el futuro. Así, nunca se sabrá quién ha ganado y quién ha perdido.

El acuerdo abarca, por tanto, no sólo un período hasta 1991 sino también lo más difícil, el pasado, que se convirtió de pronto en lo más sencillo.

Faltan por conocer muchos detalles de esta prestidigitación de última hora, pero parece claro que, en cualquier caso, el idilio volverá a dar sus frutos, a la vista de tal temperatura.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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