La polémica y su distorsión
La situación en Centroamérica se ha prestado en los últimos tiempos a todo tipo de distorsiones, que el autor describe en este artículo. Según él, las descalificaciones interesadas que se hacen sobre las iniciativas de pacificación esconden, en realidad, la negación de una Centroamérica libre.
Una delegación de la universidad de El Salvador ha visitado recientemente las universidades madrileñas Complutense y Autónoma, dentro de un recorrido a través de diversos centros universítarios europeos. La intención de los visitantes era exponer la grave situación que su universidad atraviesa para dialogar sobre posibles apoyos científicos, pedagógicos, materiales. Mas, simultáneamente, en la decisiva medida en que tal situación es consecuencia de un estado de cosas político y social, la tremenda problemática de Centroamérica se hacía patente una vez más. Y en el centro de ella la desatada violencia del poder en Estados presentados como democracias ante la opinión pública internacional.
Violaciones
El vicerrector de la universidad salvadoreña explicó así la serie de violaciones que el recinto universitario ha padecido, detallando la última de ellas. Por muy lamentables que fueran las que nuestras universidades españolas sufrieron bajo el franquismo, no cabe el más remoto parangón. Allí se trató de una invasión por parte del mismo Ejército, destruyendo vandálicamente el material científico, las instalaciones, arruinando la Universidad y cometiendo asesinatos. Se nos relató también cómo el primer rector elegido, tras reconquistar en 1979 la autonomía universitaria, un. año después moría violentamente. Tales episodios ocurrían gíendo jefe de la Junta CívicoMilitar José Napoleón Duarte, actual presidente y, como tal, responsable del cumplimiento de los acuerdos de Esquipulas 2 en su país. Y a quien hemos podido contemplar en las pantallas de la televisión poseído por tal amor a la bandera norteamericana en el momento culminante de su último viaje a Estados Unidos, que hubo de interrumpir su protocolario discurso y correr a besarla ante la sorpresa general, para regresar reconfortado al podio en que junto -a Reagan se encontraba.
En algunos momentos, la violencia institucional establecida en las pretendidas democracias centroamericanas se manifiesta en episodios que conmueven a la opinión pública.
Tal sería el reciente caso, también en El Salvador, del asesinato del presidente de la comisión de derechos humanos, que siguió en tan trágico destino a sus antecesores en el cargo, o, hace ya más tiempo, el de monseñor Romero, que, por cierto, precipitada y confusamente Juan Pablo II trató de atribuir a la guerrilla, viéndose obligado a rectificar. 0 en Guatemala e 1 asalto a la Embajada española, que determinó una ruptura de relaciones diplomáticas. Pero innumerables acontecimientos encadenados en la habitualidad de la violencia estatal apenas alcanzan eco. Así ha ocurrido con los que antes refería en el orden universitario o con las matanzas de poblados enteros de campesinos, que en esta villa de Madrid y ante un tribunal sobre los derechos humanos en El Salvador dieron a conocer personas nada sospechosas de financiación por el oro de Moscú, tratándose de monjas norteamericanas, religiosos católicos y pastores protestantes. Con tal desatención informativa, y en materias tan graves, contrasta el enorme interés prestado a hechos acontecidos en Nicaragua objetivamente de muy inferior relevancia, cual es el caso del cierre y actual reapertura de La Prensa, en que han corrido ríos de tinta, aunque, sin negar la importancia de la libertad de información, evidente es que no corría sangre humana alguna.
Estimo que en la perspectiva con que la problemática de Centroamérica es presentada asistimos a una atroz distorsión. No se trata solamente -y aunque ello sea fundamental- de que ciertos acontecimientos sean puntualmente silenciados u ocultados, otros llamativamente exhibidos, sino, más decisivamente aún, de la construcción de un discurso sistemático que conforma de un modo apriorista e interesado la percepción de la auténtica realidad y, por ende, la valoración y selección de los he~ chos. En virtud de dichodiscur~ so, todos los países centroarnericanos, salvo Nicaragua, están regidos democráticamente.
El hecho de que Honduras se haya convertido en una base norteamericana, de que en El Salvador se realizaran elecciones en que no participaba ningún partido de izquierdas y de que, inversamente, las elecciones nicaragüenses hayan sido seguidas por observadores internacionales de todo el espectro político -Alianza Popular, por ejemplo, estaba representada- que reconocieron su carácter democrático no cuenta. No cuenta, porque los sandinistas han avanzado por un camino propio, independiente e innovador.
Pero a las mentalidades conservadoras es consustancial la dificultad para captar cualquier innovación profunda y humana más allá de las tecnologías que discurren por el cauce establecido. El resultado es la obnubilación ante la realidad nicaragüense, irradiada sobre la opinión pública por la hegemonía de los medios de comunicación conservadores. Se desconoce así obstinadamente que el proyecto sandinista de liberación social se asienta, desde el derrocamiento de la dictadura somocista, en tres pilares fundamentales: la democracia pluralista, la economía mixta, la neutralidad, es decir, el no alineamiento en la pugna Este-Oeste. Los temores a una Centroamérica libre e independiente, junto a los elementales esquemas con que funciona la actual Administración norteamericana, forjan entonces la imagen de una Nicaragua convertida en plataforma del expansionismo soviético, de un régimen anatematizado como marxista-leninista o comunista, cuando sabemos que el partido comunista oficial ha tenido más de un enfrentamiento con el Gobierno.
Resulta especialmente alucinante que se pretenda ahora presentar la vía democrática en Nicaragua cual resultado de una presión exterior, cuando justamente la agresión, acompañada por las acciones terroristas y el bloqueo, bajo la dirección y financiación norteamericana, han supuesto el máximo obstáculo para el fiel desarrollo del programa sandinista de revolución dentro de la democracia.
El problema para la pacificación de Centroamérica no reside en Nicaragua, según tiende a sugerir la deformante imagen con que las cosas nos son presentadas. El problema radica en la miseria -con cifras, según nos informaban los colegas de El Salvador, de 80% de paro-, en elanalfabet, sino, en la violencia institucional de Estados ollgárquicos y militares, apoyados por la Administración norteamericana. Justamente el estado de cosas que la revolución nicaragüense ha empezado a romper, y -no lo olvidemos- también los ciudadanos norteamericanos que, dentro del movimiento de asistencia internacional, allí encontramos cooperando con ella.La letraY tal es la ' luz, entiendo, bajo la -cual debemos contemplar la aplícación de los acuerdos de Esquípulas 2, con los cuales se abren nuevas perspectivas para la pacificación de esta crítica zona mundial. La letra de los acuerdos pretende la soberanía de los Estados centroamericanos, la interna y pacíficía resolución de los conflictos, la democracia. No es precisamente Nicaragua quien puede tener problemas en este sentido si cesa la agresión exterior. Una agresión, la contra, que -derrotada militarmente de un modo increíble, dados sus recur~ sos, aunque comprensible moralmente, teniendo en cuenta su corrupción- trata de jugar ahora bazas políticas.Los problemas están en otros Estados. En El Salvador, donde la ayuda norteamericana sirve de muro de contención a una revolución popular armada que acabaría con la dependencia. En Honduras, convertida en base norteamericana. En la presión en Guatemala del estamento militar sobre el poder civil. Incluso en Costa Rica, que teme ver rota su tradición pacífica, no militarista, y convertirse, según ciertos planes del Pentágono, en plataforma de una invasión contra Nicaragua.Entiendo que si no vemos Esquipulas 2 en esta perspectiva, puede convertirse no en un plan de pacificación, sino en la tercera agresión, tras la bélica y la económica, contra el esfuerzo liberador de Nicaragua. Y contra la posibilidad de una Centroamérica libre.
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