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El verdadero reto 'opción doble cero'

La falta de un debate serio entre partidarios y adversarios de la opción doble cero y del diálogo entre las superpotencias evidencia en Europa la debilidad de los Gobiernos occidentales para afrontar el asunto con decisión. El Viejo Continente no ha asumido aún la responsabilidad que tiene en el asunto. Sobre este tema versa este artículo.

Frente a las. negociaciones soviético-norteamericanas y a la opción doble cero, no existe en Europa un debate entre partidarios y adversarios del acuerdo, sino, lo que es muy distinto, a la vez un juicio generalmente favorable sobre la dinámica actual de desarme y una profunda inquietud frente a la debilidad o incapacidad política de los Gobiernos occidentales y en primer lugar del norteamericano y del alemán.Consideremos estos dos niveles distintos de reacciones. En primer lugar, existen pocas dudas hoy de que la lógica de la política de Gorbachov incluye una disminución de la tensión internacional que le permita dedicar más recursos a una política económica sumamente difícil, porque la racionalización de la economía significa en un primer momento un alza notable de muchos productos de primera necesidad. De manera opuesta, parece difícil afirmar que la opción doble cero aumenta la fragilidad del mundo occidental, cuando el acuerdo incluye menos del 5% de la capacidad nuclear de las dos superpotencias.

Finalmente, la lógica del desarme tiene buenas posibilidades de conducir en un futuro próximo a un tercer cero, incluyendo las armas tácticas, las .Más directamente amenazantes por Alemania Occidental y una reducción de las armas convencionales que representan la mayor parte del presupuesto militar soviético.

Más allá de esos cálculos técnicos, como no apoyar acuerdos que significan una baja del nivel de tensión, una marcha atrás en la carrera armamentista. Es imposible negar la resistencia creciente de la opinión pública europea a un enfrentamiento intercontinental en el cual Europa no es un actor decisivo pero puede ser la víctima principal.

El Reino Unido y Francia, potencias nucleares secundarias, quieren evitar un desequilibrio brutal entre los dos bloques, y es probablemente útil que mantengan, de manera transitoria, su capacidad nuclear autónoma, pero de forma más y más limitada, y que no pueda frenar la lógica del desarme.

Así, es difícil, en realidad imposible, denunciar las opciones doble o tñple cero como peligrosas para nuestra seguridad. Pero muy preocupante es la incapacidad de los Gobiernos y de las naciones occidentales para elaborar una estrategia adaptada a la nueva situación.

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La desaparición de los niveles intermedios de enfrentamiento nuclear pone a Estados Unidos brutalmente delante de la posibilidad de decisiones vitales para ellos mismos: utilizar los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) significa subir directamente al nivel del riesgo máximo para el continente norteamericano. La situación política norteamericana de debilitamiento del presidente, de oposición abierta entre él y el Congreso, de ausencia de candidatos fuertes a la presidencia en ambos partidos, crea una situación de incertidumbre peligrosa.

En Europa misma existe una tendencia fuerte en varios sectores de la opinión alemana para abandonar una política prooccidental y para volver a la vieja idea de Mitteleuropa, renovada en la forma de una Europa central, incluyendo a varios países con regímenes comunistas -Hungría, Checoslovaquia, Polonia y, antes de todo, la RDA- y dominada por la economía de Alemania Occidental. Un peligro menos importante puede formarse si Francia no adapta su política nuclear a la necesidad de la integración de las políticas de defensa de Europa occidental.

Peligro a la vista

La debilidad norteamericana, el proteccionismo e aislacionismo siempre presentes en este país, en especial en el partido demócrata, representan a medio y largo plazo un peligro muy grave para la seguridad europea. Al contrario, el neutralismo alemán, a pesar de su influencia a través de los verdes y las iglesias, sigue siendo muy minoritario y el SPD parece tan claramente apegado a la política prooccidental como el CDU.

Recientemente, un intelectual de gran influencia, J. Habermas, ha denunciado con mucha fuerza la ilusión neutralista. De manera paralela progresa, aunque sea de manera lenta y limitada, la cooperación militar franco-alemana y existe en Francia una conciencia creciente de la necesidad de transferir la prioridad de la defensa nuclear nacional hacia una defensa convencional europea.

La nueva etapa de la integración económica europea en 1992 puede crear un ambiente favorable a la formación de un nuevo proyecto de defensa europea. Pero falta todavía voluntad política común de los países europeos. Así, en lugar de discutir de manera falsamente técnica sobre las posibles consecuencias positivas o negativas de la opción doble cero, conviene afirmar la necesidad absoluta y urgente de una conciencia europea fuerte y responsable, transformando un Mercado Común, ya ampliado en una comunidad económica, en una potencia política y militar.

Es ilusorio pensar que una región del mundo pueda vivir en seguridad si no posee la voluntad de defenderse y la conciencia de su identidad. Europa occidental -que no renunciará nunca a sus vínculos con las naciones hermanas incorporadas al imperio soviético- no puede salir de sus dificultades económicas y de su angustia frente, a las amenazas de guerra nuclear si no aumenta su capacidad política, si no afirma su independencia frente a la permanente amenaza soviética y al lado de Estados Unidos.

La opción doble cero tendrá consecuencias positivas o negativas en función de la capacidad de los europeos para organizar a nivel convencional su defensa, dentro del marco indispensable de la alianza con Estados Uñidos. Conviene ampliar el significado de 1992: esta nueva etapa de la integración económica europea tiene que ser también un paso decisivo en la formación de una capacidad político-militar de las naciones europeas.

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