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Un poco más de franqueza, por favor

El propósito fundamental de este artículo es mostrar las diversas formas en las que varios de los más escuchados economistas del mundo se las arreglaron para discutir el déficit de Estados Unidos sin mencionar los gastos militares. Antes de referirme a los economistas en forma individual quiero pedirle al lector que retenga las cifras generales que siguen: actual déficit comercial de Estados Unidos, alrededor de 170.000 millones de dólares; actual déficit del presupuesto federal, 150.000-200.000 millones; actuales gastos militares anuales, 200.000 millones. Por añadidura, el coste del presupuesto de investigación de cinco años de guerra de las galaxias es estimado por diferentes economistas y científicos entre 500.000 y 1.000.000 de millones de dólares.Todo el que lee los diarios sabe que bajo el presidente Reagan, que fuera un crítico abrumador de los presupuestos de las otras administraciones y de los déficit comerciales, Estados Unidos se ha reconvertido a sí mismo, pasando de ser el principal acreedor del mundo a ser su principal deudor. En 1981, a comienzos de su primer período, el presidente decidió doblar el presupuesto del Pentágono y bajar los impuestos simultáneamente. Su carisma personal, combinado con el alegre cinismo de cientos de banqueros y científicos que lo sabían demasiado, pero que estaban alertas para lograr beneficios rápidos, llevó a la espiral del rearme y de la guerra de las galaxias, así como a los fantásticos déficit que expresan las cifras mencionadas antes. Desde hace un año es evidente que la economía mundial no puede continuar funcionando en forma indefinida con estas políticas locas. Veamos cuántos economistas mundialmente famosos señalaron el problema.

En febrero de 1987, Robert Samuelson explicó que el déficit del presupuesto y el déficit comercial son dos fenómenos independientes; también dijo que ninguno de ellos necesariamente hace subir las tasas de interés (una importante preocupación para los lectores de ese momento). Dijo que Japón y Alemania no estarían dispuestos a resolver los problemas de la industria americana aumentando sus importaciones de productos americanos, y menciona como hechos naturales el lento crecimiento de la economía mundial y la crisis de la deuda del Tercer Mundo. Mientras previene contra una interpretación simplista de los dos diferentes déficit americanos, afirma que, por supuesto, ningún Gobierno puede continuar gastando indefinidamente más de lo que tiene como ingresos. Ninguna mención de los presupuestos militares.

Durante el mismo mes, Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal, se refirió a los problemas financieros de su Gobierno. Afirmó que los americanos no ahorran lo suficiente, que ellos no se dan cuenta del nivel de su nueva dependencia respecto al capital extranjero y que el papel crítico de ese capital importado es financiar tanto el déficit comercial como el federal. Por supuesto, afirma, los dos déficit deben ser reducidos, y da la bienvenida a las promesas de la Administración de reducir el déficit del presupuesto federal. Ninguna mención de los presupuestos militares.

En junio, dentro del contexto de una reunión en Venecia de los principales poderes económicos del mundo, reunión sociable pero no muy significativa, el ministro de Finanzas sueco habló en forma cauta pero clara. Por cierto, era de importancia crucial para Estados Unidos la reducción de sus déficit. Lamentablemente, este problema obligó al Congreso de Estados Unidos a elegir entre la alternativa de aumentar los impuestos -siempre una medida impopular- o continuar viviendo con un déficit en aumento. Daba a entender que el Congreso tendría que optar por la segunda medida. No mencionaba los gastos militares.

En julio pasado, Lester Thurow, decano de la escuela empresarial del Institute of Technology de Massachusetts y antiguo asesor económico de Carter, se refirió a los problemas de la economía capitalista avanzada. Explicó que la reducción del déficit comercial de Estados Unidos inevitablemente dañaría a las industrias alemana y japonesa. Como todos los gigantes económicos temen a la inflación, ellos no cooperarían para una expansión económica cuyo propósito podía ser ayudar a las exportaciones de Estados Unidos, pero cuyo resultado podía ser una nueva espiral inflacionaria. Habló del desafortunado estancamiento general de la economía del mundo desde alrededor de 1970, situación que había afectado negativamente sobre todo a las naciones en desarrollo. No dijo nada de los gastos militares.

La semana pasada, en el contexto de la caída de la Bolsa y las comparaciones con 1929, W. W. Rostow, profesor de economía y consejero de Seguridad Nacional del presidente Jhonson, dio su consejo. Las naciones ricas tendrían que tomar medidas para reducir las deudas del mundo en desarrollo. Japón y Alemania tendrían que aumentar sus tasas de crecimiento y bajar las barreras en relación con las importaciones americanas (medidas que ellos temían fueran inflacionarias). Estados Unidos, a través de la cooperación bipartidista, en el Congreso, "debe equilibrar el presupuesto federal". No sugirió cómo cumplimentar este último punto mientras Estados Unidos continúa con el inmenso gasto militar, que Rostow aprobó siempre.

Akio Morita, presidente de la empresa Sony, dijo hace poco, en una reunión en la universidad de Montana, que "la gran atracción de los negocios americanos de hoy es el juego del dinero, en el cual los beneficios no se realizan manufacturando y vendiendo productos, sino adivinando cuándo va a subir o a bajar el dólar... América tiene que volver a sus fundamentos, a hacer cosas de valor real". No sé si quien hablaba quería sugerir que los automóviles bien hechos y los aparatos para el hogar tienen más valor real que las bombas nucleares. Pero estoy seguro que ese pensamiento se les ocurrió a algunos de los estudiantes que escuchaban. En todo caso, una de las razones más obvias, aunque no mencionada con frecuencia, de la superioridad de la producción civil japonesa y alemana, en lo que la capacidad técnica de esos países está comprometida abrumadoramente en la producción civil mientras que el grueso de la capacidad técnica americana se dedica desde hace 30 años a la producción de armas.

Ninguno de los economistas que mencioné consideró necesario referirse al hecho de que los presupuestos militares anuales de los años de Reagan junto al presupuesto quinquenal de investigación de la guerra de las galaxias son los factores fundamentales del déficit federal. Quizá los economistas contestaran que los hechos eran demasiado obvios para que tuvieran que ser mencionados. El gasto -militar también es una contribución sustancial al déficit comercial. Los consumidores de las naciones prósperas no estuvieron comprando los productos japoneses y alemanes por competencia desleal, o porque fueran más baratos (de ninguna manera en todos los casos), o porque fuera una mano de obra barata. Los compraban porque están mejor diseñados y tienen un rendimiento más seguro. Y esta superioridad cualitativa se debe ampliamente al hecho de que mucha de la capacidad técnica americana ha sido comprometida para la producción de armas y que mucha de la capacidad de dirección se ha dedicado a ganar contratos no competitivos, escandalosamente sobrevaluados, del Pentágono.

Por fortuna hay muchos economistas que contribuyen a las publicaciones de las que he recogido información: The Nation, publicaciones de la Union of Concerned Scientits, y Gastos militares y sociales en el mundo, de Ruth L. Sivard, publicado por el Centro de Investigación para la Paz. También recientemente, en la última asamblea del Fondo Monetario Internacional (FMI), el destacado economista holandés André Gunderfranck, hablando de la alta deuda y la carga de intereses del Tercer Mundo, se refirió no ambiguamente a la responsabilidad de Estados Unidos con las siguientes palabras: "Primero la Reserva Federal subió el tipo de interés por razones internas, y luego la Administración de Reagan lo hizo subir aún más al financiar mediante préstamos su creciente presupuesto nacional y el déficit de su comercio exterior generado por el enorme incremento en sus gastos armamentistas".

Para finalizar, no trato de minimizar la importancia del desequilibrio comercial, del estancamiento de la economía mundial y de la posible nueva inflación. Pero los economistas importantes del mundo no deberían hablar como si no tuvieran la responsabilidad de señalar la importancia de los gastos en armas como una causa principal de los inadmisibles déficit.

Traducción de Rosa Premat.

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