Un reto a la 'perestroika'
GORBACHOV HA desarrollado últimamente una intensa actividad ante los problemas internos de la URS S, con viajes a Murmansk y Leningrado, reuniones sobre las dificultades de la agricultura y el pasado 21 de octubre, la sesión no anunciada del comité central. Sus numerosos discursos se han centrado en dos ideas básicas: primero, que la perestroika es un cambio profundo, "una revolución sin tiros", que alcanza ahora una nueva fase. Todo se decidirá entre 1988 y 1991. Segundo, los cuadros del partido no pueden seguir con actitudes dubitativas. Han pasado ya dos años de preparación: ahora hay que tomar una posición clara. El que no se comprometa a fondo con la reforma no sirve como dirigente comunista. Discurso duro, que refleja la fuerza de la oposición a la que Gorbachov tiene que hacer frente.Sobre el comité central hay pocas noticias, pero se sabe que ha debatido los temas internacionales. Ello ha podido influir sobre la táctica más reticente adoptada por Gorbachov, en su entrevista con Shultz, sobre la cumbre con Reagan, sin duda para presionar a éste en el conflictivo tema de la guerra de las galaxias. Por otra parte, el comité central ha retirado a Aliev del buró político (Politburó), órgano fundamental para la toma de decisiones en la estructura soviética. Es un paso modesto, comparado con los cambios de junio pasado, cuando entraron en él partidarios entusiastas de la reforma. Pero no se detiene la ola de las mutaciones.
Los peligros para Gorbachov no dimanan sólo de los reductos conservadores en el aparato. Dentro del clima nuevo en que vive la sociedad soviética, sigue siendo un problema muy serio el hecho de que muchos trabajadores no perciben aún mejoras concretas de sus condiciones materiales. En una sociedad apática, cansada de promesas, no es fácil despertar entusiasmo por un proyecto que solamente a largo plazo dará sus frutos. La reforma económica, al ampliar el papel del mercado y suprimir subsidios, causará subidas de precios, lo que acarreará inevitables descontentos, difíciles de compensar con medidas políticas de mayor libertad.
Pero ello no reduce el dinamismo del proceso de cambios, que en los últimos meses se ha manifestado, sobre dado en el terreno político-cultural, con el surgimiento de numerosos círculos o clubes de discusión. Ha sorprendido el gesto de las autoridades organizando una conferencia de prensa para que los periodistas extranjeros conozcan estos clubes. En ella se dijo que existen más de 400 registrados en Moscú y muchísimos más sin registrar, pero que actúan, recogen firmas, se reúnen. Asimismo han surgido revistas no oficiales, cuyos escasos ejemplares se reproducen a máquina, pero que circulan mucho. Ante este espacio de libertad hay diferencias y cierta ambigüedad en la actitud de las autoridades: no pueden ignorar que se trata de un apoyo a la glasnost, a la apertura proclamada por Gorbachov; pero al mismo tiempo tienen desconfianza ante un fenómeno que escapa a su control y que temen se desborde.
En este marco, el 70º aniversario de la Revolución de Octubre cobra una relevancia política especial. La forma de abordar la historia de la URSS se ha convertido en tema político candente. Ha existido una historia oficial manipulada y sacralizada, que dejaba en blanco cuanto molestaba al secretario que estaba en el poder, y de la que han sido borrados muchos de los principales artífices de la revolución de 1917. Gorbachov ha dejado que la denuncia de los errores y crímenes cometidos en el pasado, en particular por Stalin, y otros temas conflictivos vayan surgiendo en debates, en libros y revistas. Los nombres de Bujarin, Trotski y otros reaparecen. Ello provoca resistencias en el propio Politburó: el responsable de la ideología, Ligachov, ha criticado a los periodistas que no defienden todo lo positivo de los años treinta. En este clima, el 70º aniversario de la revolución de 1917 tendrá que reflejar de alguna forma los aires nuevos de la reforma y la transparencia. La radicalidad, o la cautela, de Gorbachov al hacerlo indicará hasta qué punto se siente fuerte para enfrentarse con catecismos y ritos que tienen un arraigo no sólo en la burocracia, sino en sectores de la población.
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