Doble jornada
Al abordar ustedes la cuestión de los horarios en la jornada escolar (EL PAÍS, 13 de octubre) resulta que el estentóreo girigay ha quedado transformado en fascinante embrollo, diseñado con ideas débiles partidarias, pero con fuertes intereses camuflados.La Administración educativa y algunas asociaciones de padres de alumnos rampantes divulgan a pleno pulmón el horario de doble jornada de otros países europeos. Pero silencian que en esos países son maestros distintos, que nunca repiten jornada docente quienes trabajan en uno u otro horario de mañana o tarde. He ahí un dato que merecería difusión, especialmente entre aquellas asociaciones de padres de alumnos impetuosas, dominadas por el típico entusiasmo del parvenu a la recoleta familia educativa. Porque la Administración lo sabe sobradamente.
Y si los padres prefieren jornada doble, seguirán probablemente teniendo doble jornada. Poseen la lógica del número, ejercen un derecho plebiscitario, mientras callan los cónsules. (O se suman a la cantidad esgrimiendo el reproche de la comodidad docente, porque tengan alguna afección heredada de una infancia escolar desequilibrada.)
Por lo demás, ningún maestro puede oponer resistencia a la voluntad del legislador; esa que estableciera un cuerpo de animadores sociocultorales a fin de que niños y adolescentes españoles tuvieran acceso a los beneficios de la cultura y del ocio dirigido, como sucede en aquellos otros países. Así se perfilaría, en pos de la eficacia, el perfil académico-docente con mejor nitidez y pureza. Los enfrentamientos maniqueos carecen de sentido, y la voz de los maestros apunta invariablemente a la insuficiencia del horario de la mañana para preparar a los alumnos en las disciplinas instrumentales indispensables. El resto es tristeza ante el desamparo, y falta de tutela exigible a los superiores, y desprecio ante los nuevos dinosaurios que quieren lo mejor para sus hijos, ignorando que lo mejor siempre fue enemigo de lo bueno.-
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