Libros

Se llama Iliana Rodríguez y es la directora de la Biblioteca Nacional de Managua. Mientras en su país están apretando el acelerador de la apertura, tendiendo puentes a la oposición y dejando a la contra y al señor Reagan con las vergüenzas políticas al aire, ella, Iliana, se pasea por Europa empeñada en otro frente de combate. Su tarea consiste en recolectar libros. Porque esos libros que usted compra e incluso tira con toda naturalidad son tan inalcanzables como el oro para los despojados nicas.

De todos es sabido que el nicaragüense es un pueblo paupérrimo. Tan pequeño y tan acosado de conflictos que su resistencia me admira y sobrecoge. Ahí están, gastándose forzosamente en armas lo poco que poseen. Así es que la Biblioteca Nacional no tiene un duro. "Y la gente se muere por leer libros; los investigadores que forman una nueva nación necesitan textos", explica Iliana. Para intentar paliar esta profunda hambruna de la mente, los nicaragüenses organizaron hace unos meses una feria editorial y pidieron a los participantes extranjeros que donaran ejemplares de sus fondos. Se consi-, guieron 11.000 volúmenes, pero aun así son muy pocos libros para tantos ojos. Por eso a los alernanes se les ocurrió la idea de que lliana hiciera una gira europea. Llamando a las puertas, pidiendo obras sobre reforma agraria, sanidad pública, vivienda. Reclamando, en fin, lo que en realidad les pertenece, porque el conocimiento que ha construido la Humanidad a través de los siglos es un bien común que a todos corresponde.

La Biblioteca Nacional de Managua apenas si cuenta con 40.000 volúmenes, una cifra ridícula, sobrepasada fácilmente por cualquier librería comercial española. Son libros amorosamente releídos y manoseados: la puerta al futuro. Las donaciones, por otra parte, han de ser completas: hay que pagar el transporte hasta Managua. Iliana anda enfebrecida por Europa para pedirnos que compartamos nuestros conocimientos. Así están los nicas, desviviéndose para poder sobrevivir.