Nana de medianoche
El Pabellón de Deportes del Real Madrid suele dar cobijo a la algarabía, pero en esta ocasión se inundó de sosiego a la medianoche. Esta mujer madura con pinta de profesora de humanidades dispone de una voz en la que caben todos los matices de la melancolía. Puede que no sea moderna, que no lo es; puede que no aporte nuevas concepciones musicales, que no las aporta; puede parecer lánguida, pero no lo es. Nana Mouskouri es una provocadora de pasiones secretas, acaso adormecidas, pero pasiones.Y ahí se esconde su fuerza. Esta voz es capaz de emocionar a un adolescente, a sus hermanos mayores, a sus padres y a sus abuelos. Lloran todos juntos, y todo queda en casa. Y además, se les queda en el alma algo así como una sosegada desazón.No estaba lleno el pabellón, pero estaba pleno. Pocas veces un artista se encuentra con un público tan entregado y tan sereno, tan respetuoso a la par que apasionado, tan dispuesto a dejarse cautivar. El sonido, perfecto.
Nana Mouskouri
Costas Dourountzis (sintetizador, piano, guitarra), Yussi Allie (guitarra), Mikalis Kefalas (bouzouki), Giorgios Hadziathassiou (batería) y Canellos Charalambos (bajo). Pabellón de Deportes del Real Madrid, 19 de octubre.
Con sólo cinco músicos, que también hacen los coros, aquello sonaba vibrante, brillante, convincente y barroco. Todo ello envuelto en un sensual aire griego y mediterráneo, incluso en temas como La violetera, La paloma, Amapola o Recuerdos de la Alhambra.
Lucecillas de mecheros
A la menor insinuación de la artista empezaban a palmear con notable desparpajo señoras venerables y caballeros con bigotito recortado, componiendo todos ellos un cuadro anómalo e intrigante. Al final, tras las correspondientes propinas musicales, Nana Mouskouri, sin músicos, a capella, cantó el Ave María, de Schubert, y el recinto se llenó de las lucecillas de los mecheros. Todos encendieron su lamparilla, excepto los rockeros infiltrados, que también los, había. Pero a éstos les daba demasiado sonrojo generacional arder con el mismo fuego que aquella señora de ostentosos collares. Sin embargo, algo había de común entre ellos, mal que les pese a ambos. En la música, al igual que en tantas cosas, también existe todavía un bochornoso dogmatismo que le impide a la gente gozar sin prejuicios de lo que le gusta, al margen de modas y dictaduras estéticas, dejándose llevar únicamente por ese temblor que producen las cosas bellas.De hecho, horas después del concierto, un músico rockero, en un arrebato de sinceridad, no tuvo inconveniente en confesar a este cronista: "Qué quieres que te diga, a mí me sienta muy bien dejarme llevar ciertas noches por los desvaríos de las pasiones antiguas. Pero estas cosas no las puedes decir en público, porque siempre sale algún listillo que te acusa de hortera. Con los rockeros y los melódicos pasa lo que con los ojos, que están separados por narices. ¿No es hora ya de acabar con las narices?
Nana Mouskouri consigue dar temblor, ternura y magia a muchas canciones que todo el mundo ha entonado en noches románticas, e incluso etílicas.
Babelia
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