Lo que está en juego
La Unesco, en la elección de su nuevo director general, se juega su propia supervivencia. La reelección de Amadou Mahtar M'Bow puede significar, en el peor de los casos, la retirada de Japón y de Canadá, y quizás, a continuación, de Holanda y de la República Federal de Alemania, y en el mejor, la suspensión de sus cotizaciones.La ausencia de estos países, sumada a la retirada de Estados Unidos en 1984 y del Reino Unido y Singapur en 1985, alejaría considerablemente a la organización de su vocación universal y la obligarían a realizar una drástica reducción de su personal, presupuesto y programas.
Las contribuciones económicas de los países miembros son proporcionales al producto interior bruto, por lo que cada país industrializado que se retira significa una importante sangría económica.
Los países occidentales que sé han enfrentado con M'Bow critican el peso de la burocracia de la organización y la deriva izquierdista y tercermundista que, a su parecer, sufre la Unesco. La sustitución de M'Bow debería ir acompañada, según sus críticos, por una profunda reforma de la organización, que implicara una disminución del peso de las retribuciones y gastos de los funcionarios y una despolitización de los organismos de decisión y gestión. La Unesco ha tomado posición varias veces sobre Israel y Suráfrica, siempre con resultados adversos para estos países.
Las propuestas occidentales se dirigen hacia la conversión de la Unesco en una agencia de tamaño mucho más reducido, que se dedique a coordinar y gestionar programas de cooperación. El regreso de EE UU y el Reino Unido y la contención del movimiento centrífugo producido en los últimos años sólo se podría producir si vence un candidato capaz de dar garantías a estos países. Pero este candidato, Yaqub Jan, por ejemplo, suele despertar la desconfianza del mundo árabe y africano, que aglutina un número de votos suficiente para bloquear cualquier elección.
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