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La intimidad marital no es constitucional

Francisco G. Basterra

Robert Bork, de 60 años, barba blanca de chivo y aspecto mefistofélico, tiene todas las credenciales profesionales para llegar al Tribunal Supremo. Inteligente, incluso brillante, también arrogante, enseñó derecho en Yale y es actualmente juez del Tribunal de Apelación de Washington. Pero su historia como jurista está llena de opiniones legales que le conceden un perfil de ultra que choca con el intento de presentarle como un conservador situado en el centro ideológico.Su opinión de que la Constitución no concede el derecho a la intimidad, se aplique a las parejas casadas que usan anticonceptivos o al derecho de una mujer a concluir su embarazo con un aborto, refleja mejor que ninguna la mentalidad del juez Bork.

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El Supremo declaró un derecho constitucional la intimidad en 1965, cuando se opuso a una ley de Connecticut que prohibía el control artificial de la natalidad.

Bork considera que la intimidad sexual no está explícitamente mencionada en la Constitución, y, en consecuencia, las legislaturas de los Estados pueden limitarla. En 1971, Bork escribió que una pareja casada, argumentando contra la prohibición de utilizar anticonceptivos, no tiene más derechos que una compañía eléctrica que quiere escaparse a las leyes anticontaminación.

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