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La baronesa, el 'ayatolá' y el III Reich

En marzo de 1940, a los pocos meses de que Alemania invadiera Polonia, la baronesa Karen Blixen, también llamada Isak Dinesen, autora de Lejos de África, fue enviada por varios periódicos escandinavos a visitar el III Reich. El resultado fueron cuatro artículos, que bajo el título Cartas desde un país en guerra aparecen hoy en el volumen de ensayos de Karen Blixen que la editorial Des Femmes acaba de publicar en Francia. En la página 152 de esta cándida confesión se lee:"Cuando durante cierto tiempo uno ha intentado conocer el III Reich y se ha documentado acerca de su organización, sus asistentes sociales, su arte y su arquitectura, su filosofía y sus ideales, uno puede pararse en la calle a mirar, con sentimiento de alivio, cómo los soldados marchan con paso cadencioso en dirección del Oeste, inaugurando un pueblo de otra especie. Sí, no tiene por qué no surgirle a uno la idea de que, para una raza que tiene su ideal y su fin en sí misma y que en su credo prohíbe la mezcla de sangres, hacer la guerra, cualquier guerra, sea una necesidad para así mantener en funcionamiento la buena circulación de la sangre. (...) Me ha sorprendido, aquí en Alemania, comprobar con cuánta libertad se puede hablar sin que se tome a mal lo que uno diga. (...) Además, la mayor parte de las gentes de esta nación admite muy bien discutir y exponer metódicamente sus puntos de vista y se muestran agradablemente objetivos y leales en la discusión".

Esto, en la Alemania del III Reich, en marzo de 1940... ¡Y ni una palabra sobre la bestialidad nazi! En la Alemania de marzo de 1940 la exterminación de opositores y de las denominadas razas inferiores estaba en pleno desarrollo, y la baronesa no podía ignorarlo. Y no se crea que sus palabras reflejan ceguera alguna, sino una clara elección política racista. Confirmación de ello es otro ensayo del mismo volumen, Negros y blancos en África, en donde podemos leer con asombro (página 94):

"He pensado a menudo, después, que mis relaciones con los indígenas guardaban cierta semejanza con las relaciones entre un hombre y las mujeres: ellos eran esta raza más débil -inferior- de la que dependía mi bienestar cotidiano, gente a la que yo no entendía pero de la que sabía que, no por el entendimiento, claro está, sino por instinto, me entendían y me conocían a fondo".

Ahí queda ese texto para juicios venideros. Mientras tanto vale la pena leer un artículo aparecido en Le Monde del último 13 de agosto: El flirt de la extrema derecha con Irán, se titula; lleva la firma de Edwy Plenel y, entre otras revelaciones, dice:

"Es un cheque de 120.000 francos de la Banca Melli Irán, de la cuenta corriente de monsieur Gordji lo que sirvió de caución bancaria para la edición del catálogo" (monsieur Gordji, funcionario iraní, está actualmente encerrado en su Embajada de París para evitar presentarse ante la justicia francesa por posible complicidad con el terrorismo atribuido al integrismo iraní. El catálogo de marras es el de la librería Ogmios, de París, especializada en la difusión de literatura nazi. Nota del autor). "( ... ) Claudio Mutti" (teórico del neonazismo italiano, nota del autor) "se ha convertido al islam, es fundador de la Asociación Europa-Islam en 1979, y desde sus orígenes firme partidario de la revolución islámica iraní. Al día siguiente de la caída del sha escribía: "Las vanguardias de la liberación europea, que ven en la tradición la única alternativa a las ideologías y sistemas fabricados por el Occidente moderno, expresan su solidaridad total con el pueblo iraní y se comprometen a combatir en Europa este enemigo al que el islam ha derrotado estos últimos días en Teherán".

La estrecha relación entre el nazismo y el islam no es cosa nueva, desde luego. Julius Evola, como señala Plenel en el mismo artículo de Le Monde, amigo de Mussolini y del nazismo e inspirador del neonazismo italiano, veía en el islam "una tradición de nivel superior no sólo al judaísmo, sino también a las creencias que conquistaron Occidente". En la época hitleriana, diplomáticos nazis destacados en los países árabes sugirieron retocar el texto de Mein Kampf para excluir a los musulmanes de la condena antisemita y otorgaron el título de ario honoris causa a algunas personalidades islámicas. Ningún árabe se molestó ante tal distinción, viendo en el antisemitismo nazi un arma exclusivamente judiófoba. El nazismo era una ideología ampliamente admirada entre los jóvenes instruidos del mundo islámico. El racismo en general, como el antisemitismo en particular, fueron incorporados muy pronto al ideario del partido Joven Egipto, una agrupación que influyó fuertemente en los oficiales jóvenes que en 1952 derrocaron a Fartik -entre los que descollaban Gamal Abdel Nasser y Anuar el Sadat-. Ambos favorecieron con su admiración, si no con su apoyo, a Hitler y lamentaron explícitamente la derrota del Eje. Más recientemente, en 1960, el diario saudí Al-Bilad titulaba: Captura de Eichmann, el hombre que puede decir con orgullo haber matado cinco millones de judíos. En 1964, Nasser afirmaba: "Durante la guerra nuestras simpatías estaban con los alemanes. Nadie puede tomar en serio la mentira de los seis millones de judíos asesinados". En 1974, Kamal Kumblatt, presidente del Partido Social-Progresista sirio, reaccionaba así a la afirmación "los árabes guardan un buen recuerdo de Hitler": "En todo caso, nos habría librado de los sionistas. Así como no se debe tomar por oro todo lo que declara la izquierda, tampoco debe descartarse globalmente al nazismo. No contiene únicamente cosas malas".

La contradicción entre el racismo antiárabe francés de hoy, prerrogativa natural de la extrema derecha de Le Pen, y este viejo flirt entre nazismo e islam no parece molestar al teórico francés de extrema derecha Alain de Benoist, puesto que ya afirmaba en 1985:

"No hay ninguna contradicción entre rehusar inmigrantes y desear una mayor colaboración entre europeos y árabes: nosotros rechazamos a la vez, en nombre del derecho de los pueblos a permanecer intactos, a los nostálgicos de la batalla de Poitiers y a los adeptos de la torre de Babel".

Barroquismo de mentes complicadas. Vueltas y revueltas de una época de ideologías en crisis. ¿Cómo olvidar que la izquierda sostuvo, y en gran parte sostiene, al ayatolá Jomeini y su revolución? En medio de tantas vueltas, dejemos que los documentos nos lleven de vuelta a Karen Blixen. En la página 149, siempre del mismo tomo de ensayos escritos en 1940, podemos leer, ya sin asombro:

"La visión musulmana del mundo tiene, como el nazismo, un sentimiento inaudito de sí misma: quien se halla en la ortodoxia domina todas las herejías; el alma de un solo creyente vale más que todo el oro del mundo. En su esencia es la abolición de toda clase. Como en el III Reich, un musulmán que sea aguatero o emir vale tanto como otro. Mantiene una fuerte cohesión y una gran servilidad entre creyentes -darás 10% de tu fortuna a los necesitamos del islam, y ello no será una limosna, sino una deuda que pagas- En su ritual, el islam presenta semejanzas con el III Reich: los creyentes no tienen tiempo para ser extraños los unos a los otros. Ciertas cosas en Mein Kampf parecen capítulos del Corán".

Nos lo dice la baronesa, más allá del bien y del mal, de quien no se puede sospechar. En cuanto a nosotros, sepamos por lo menos a quién apoyamos y a quién leemos.

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