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Partículas en suspensión

Los canarios se han acostumbrado a convivir con esporádicas pero intensas olas de calor, y cuando este mes de septiembre se ha revelado como el más caldeado y bochornoso de todo el año, no tuvieron más remedio que tragar polvo y partículas en suspensión y sudar la gota gorda.

Para los meteorólogos, las altas temperaturas, existentes y el efecto de la calima sahariana, que puso una venda en los ojos de los isleños anulando la visibilidad en autopistas y aeropuertos durante varios días, pasará a la historia como la ola de calor más grave de los últimos tiempos.

Durante más de tres semanas ininterrumpidas el sol arrastró hacia las playas a propios y extraños.

El agobio colectivo impuso una cultura de ventanas abiertas en miles de hogares y las salas de cine más populosas se convirtieron en refugios de una calle que ardía. En los periódicos locales se sintió la ola de calor y de esa cierta histeria que le acompaña en unos cuantos- sucesos y en algunas escenas tumultuarias.

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Una nube de polvo y calor

En esta circunstancia es cuando cobra toda su validez el estudio del doctor Sangil. Los ciudadanos cambian de hábitos de la noche a la mañana: los que están enfermos acuden al hospital, en unos casos con dificultades respiratorias y en otros con síntomas de ansiedad, por ejemplo. El autor de la investigación, que analizó las urgencias hospitalarias de los pacientes psiquiátricos, abriga ahora la idea de encontrar un número suficiente de voluntarios para contrastar sus conclusiones con la población sana.

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