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Crítica:TEATRO / 'MATERIA RESERVADA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La conciencia herida

En un apacible suburbio de Londres vive un matrimonio con su hija colegiala; tienen unos adorables vecinos que son sus mejores amigos. Declaran su felicidad. Un día -hacia el año 1960- un personaje oficial y misterioso les pide permiso para vigilar desde sus ventanas a un posible sospechoso que merodea por el barrio, un espía. Poco después se relaciona al espía con los adorables vecinos. El matrimonio se ve obligado a traicionar a sus amigos íntimos, a permitir que se les vigile y a ocultarles que están en riesgo de ser detenidos, cosa que, en efecto, sucede. Son comunistas, practican el espionaje en favor de la Unión Soviética. La esposa no se repone nunca de su papel de traidora, casi de delatora. Y un día muere de infarto.La comedia del inglés Hugh Whitemore, en buena versión de José María Pou, tiene tres vectores: uno, el problema de conciencia puro. Otro, el de la superioridad del Estado sobre cada individuo hasta el punto de obligarle a hacer lo que no desea y a participar en lo que no cree. El tercero es temporal y recrea con esta simplicidad de elementos el ambiente denso de la guerra fría y la caza de brujas, en el que se viene a equiparar a la pareja comunista con el famoso matrimonio Rossemberg, ejecutado en Estados Unidos con protestas del mundo entero. La construcción es minuciosa, y el crecimiento de la angustia, sabiamente graduado; el diálogo, limpio y directo.

Materia reservada

De Hugh Whitemore, versión de José María Pou. Intérpretes: Jaime Blanch, Amparo Baró, Alicia León, María José Alfonso, Miguel Arribas, Fernando Delgado, Isabel Mestres, María Castelló. Iluminación: José Luis Rodríguez. Escenografía: Amadeo Sans. Dirección: Ángel García Moreno. Estreno, teatro Marquina, 17 de septiembre.

En el arbitrio del autor está el pintar a los espías comunistas como unas personas excelentes, cariñosas, buenas; el agente del Estado, como turbio y cínico, y al matrimonio, sobre todo a la esposa, como dueños de una conciencia apolítica universalista, en la que sólo cabe la imagen de la amistad y el amor. Flota de todo ello la sensación de injusticia de aquella época, el aspecto brutal del poder y quién sabe si la razón de los espías comunistas que, en este caso, actuaron por ideología, por pacifismo, por creencia en la fraternidad universal. La sensación de traición se desplaza de los espías a los buenos ciudadanos que permiten su descubrimiento.

Todo ello alcanza de lleno al público del teatro Marquina, que acepta las ideas del autor y sufre con la esposa convertida en traidora contra su voluntad, convincentemenie interpretada por Amparo Baró. Los demás actores tienen unos personajes muy esquemáticos que tienen la obligación de servir los emblemas que se les encargan. Hay que señalar, como dato, la primera actuación de la jovencísima Alicia León, nieta de Aurora Redondo y de Valeriano León. Todos ellos bajo la dirección de Ángel García Moreno, que les mueve por los escenarios simultáneos -de Amadeo Sans, muy conseguidos- y en los oscuros de los entrecuadros con eficacia. El público ovacionó a todos.

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