De Marx a Rousseau
Los socialistas buscan un nuevo contrato social que reforme el antiguo Estado del bienestar
En la última década se ha quebrado el consenso que hizo posible la construcción del Estado del bienestar en Europa. La crisis económica ha favorecido las salidas conservadoras hegemónicas en Europa. Frente a esta situación, el PSOE ha puesto en marcha un amplio debate sobre los contenidos del Welfare State de final de siglo y las estrategias para obtener un nuevo contrato con la sociedad, que genere los recursos suficientes para la protección social de los más débiles. Se pasa, así, de Marx a Rousseau. El debate comienza por interrogarse si los partidarios del liberalismo no están dentro de las filas del propio socialismo.
Un grupo de hombres de negocios come en un restaurante de la capital; pasa delante de ellos uno de los coyunturalistas más conocidos de este país y un comensal pregunta: "¿Qué hace éste ahora?". Rápidamente, el más sagaz responde: "Lo de siempre: predecir el pasado".Evitar la predicción de lo ya sucedido -por esterilizante-, avanzar en el análisis de lo que puede ocurrir y, sobre todo, influir para que unas cosas acontezcan y otras se eviten es el principal objetivo del debate que se ha abierto en las filas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) bajo el título de Programa 2000. El debate ocupa todo. Se trata de reencontrar los elementos diferenciadores de una política de izquierdas de las dinámicas conservadoras hegemónicas hoy en Occidente. Alfonso Guerra lo ha reconocido: es necesario que el socialismo europeo revise sus postulados ante "la fuerte ofensiva de los neoconservadores", que ganan terreno paulatinamente en detrimento de los socialistas.
Las hipotecas
Sin embargo, hay elementos que indican que una parte de los cuadros del partido socialista sospecha que el enemigo está dentro. No se trata ya tan sólo de las declaraciones de Nicolás Redondo hablando de liberales travestidos y socialdemócratas. Existen militantes cualificados en los aledaños del Programa 2000 que expresan su descontento porque otros compañeros no participen ni se sientan interesados en el mismo. "Mientras nosotros elaboramos papeles, ellos hacen el papel, que al final va a misa". Ellos son, según las mismas fuentes, un sector de quien ha gobernado el país en sus distintas capas desde hace casi cinco años, identificado preferentemente en el área económica, "y con una influencia creciente en el sector financiero privado".
Si esta sospecha se confirmase, el Programa 2000 sería poco menos que un velo ideológico, "una maniobra de distracción". El catedrático Julio Segura, sin carné del PSOE, recordaba recientemente, en un seminario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, las contradicciones entre los programas electorales y la práctica política posterior.
Pero los problemas no se circunscriben sólo a la derecha. A la sinistra preocupa el enfrentamiento, cada vez menos volátil, entre partido y sindicato socialista. No sólo por lo que supone de esquizofrenia a dos bandas entre militantes preferentemente socialistas y militantes predominantemente ugetistas -que tendrán que elegir si el deterioro no se detiene-, sino también porque las bases ideológicas del Programa 2000 suponen un gran pacto entre el Estado y la sociedad. "¿Cómo podremos llamar a ese gran pacto si no somos capaces de convencernos nosotros mismos?", se pregunta un sindicalista.
El calado de la quiebra entre el PSOE y UGT se palpa en cualquier pasillo socialista; aunque la mayoría calla, hay ya quien no se priva de echar las culpas a Redondo y a su entorno, por retardatarios y antiguos, y, lo más sorprendente, hay quien -desde el otro lado- acusa a Felipe González de querer acabar con el panel del sindicato en la sociedad. Quizá es la primera vez que se escuchan palabras gruesas contra el líder indiscutible, y se vincula su actitud de ahora respecto a la Unión General de Trabajadores (UGT) con la mantenida en el 28º Congreso del PSOE (abandono del marxismo) y con la campaña sobre la OTAN.
Crisis y transformaciones
Las líneas generales del Programa 2000 fueron expuestas la semana pasada en el seminario sobre Crisis y transformaciones económicas en la España de fines del siglo XX, celebrado en Santander y dirigido por Manuel Castells y Manuel Escudero. Su elaboración parte de la constatación de que se ha agotado definitivamente el modelo de Estado del Bienestar nacido en la última posguerra mundial. Según Escudero, "en la puesta en pie del Estado del Bienestar se dio una coincidencia de los planteamientos propios de la ideología conservadora (por un criterio de estabilidad social), pero sobre todo del liberalismo radical de fin de siglo (por un criterio de asegurar una igualdad de oportunidades como prerrequisito de la libertad individual) y del socialismo o la socialdemocracia (por un criterio de asegurar unas garantías de desarrollo igual para todos como modo de hacer desaparecer las desigualdades sociales)".
La diferencia que llevaba a liberales y socialistas a la misma conclusión sobre la necesidad de construir el Estado del Bienestar se puede ilustrar, según Escudero, con un símil deportivo: "Mientras para los primeros la igualdad significa que todos ocupen una posición igual en la línea de salida, para los segundos igualdad significa que no haya grandes diferencias al llegar a la meta. Para los primeros, igualdad significa 'igualdad de oportunidades'; para los segundos significa lucha contra las desigualdades".
José María Zufiaur, dirigente de UGT, opina que la ruptura del ruptura del consenso que originó el WeIfare dio origen a una ofensiva conservadora en Europa, que "ha mostrado sus propios límites; los intentos por recortar el Estado del Bienestar han tropezado con el profundo rechazo de las sociedades europeas. Las fórmulas conservadoras no han contribuido a aumentar el crecimiento económico y el empleo, sino a aumentar las desigualdades y la dualización social. Han reducido la inflación y los déficit públicos, los salarios reales han descendido, hay millones de contratos atípicos y, sin embargo, el crecimiento económico es escaso y el desempleo sigue aumentando".
A consecuencia de ello, los socialistas deben propiciar un nuevo pacto entre el Estado y la sociedad que genere las bases de un nuevo Estado del Bienestar y corte la sangría ideológica conservadora, que intenta ampliar cada vez más sus límites y disminuir el número de beneficiarios. En definitiva, los cuadros del PSOE pasarán casi directamente del Manifiesto de Marx al Contrato social de Rousseau.
El pleno empleo
Este pacto supondría, en primer lugar, una política de pleno empleo. Los cuadros socialistas son conscientes de la dificultad de definir esta prioridad en unos momentos en los que es indudable que las nuevas tecnologías generan amplias capas de desempleados tradicionales. Así, rizan el rizo al asumir el pleno empleo como objetivo, pero no como compromiso ni como utopía.
En segundo lugar, romper con la creciente economía dual que afecta a las sociedades occidentales. Esta dualidad no se da sólo entre los instalados y los marginales, sino también, según definición de Matilde Fernández (vicepresidenta de la Internacional Socialista de la Mujer), entre hombres y mujeres: "Es preciso un cambio de actitudes para que el papel de la mujer en la sociedad se modifique rompiéndose con el reparto de 'lo público' para el género masculino y de 'lo privado' para el género femenino. Detrás de las reivindicaciones de las mujeres está la división del trabajo, el reparto de éste". Zufiaur va más allá cuando ataca a quienes descubren la dualidad y al mismo tiempo la propician, aurnentando las desigualdades entre los que mantienen un puesto de trabajo fijo y los que ejercen su oficio o su profesión temporalmente (la inmensa mayoría de las colocaciones de los dos últimos años).
La economía dual ha de ser corregida por las prestaciones sociales. Manu Escudero, uno de los coordinadores del Programa 2000, explica que bienestar, en nuestra cultura, es "ausencia de pobreza, de desempleo, de ignorancia, de enfermedad y de marginación. Estado del Bienestar, como un objetivo político, significa dirigirse a organizar públicamente, apoyados fundamentalmente en el Estado, la provisión de servicios que hagan desaparecer la pobreza, el desempleo, la ignorancia, la marginación y los efectos sociales y físicos de la enfermedad. El concepto no es sólo un concepto a defender, sino a popularizar y sobre el que debería lograrse un pacto social. Hay que reorientar el Estado del Bienestar, pero no hay que renunciar a él ni un ápice, ni siquiera a su nombre".
Todos los participantes en el seminario coincidieron en el instrumento necesario para avanzar en el Welfare de fin de siglo: el crecimiento económico sostenido. Julio Rodríguez, presidente del Banco Hipotecario y militante socialista, incide especialmente en ello; España está a punto de conseguir el cuadrado mágico: crecimiento económico, superávit de la balanza de pagos y estabilidad de precios. La excepción es, precisamente, la fuerte tasa de desempleo. Ello quiere decir que se ha conseguido volver a la senda de los equilibrios macroeconómicos. "Pese a esto", dijo Rodríguez, "el producto interior bruto español es todavía un 60% de la media de la Comunidad Europea, lo que significa niveles de bienestar bajos".
Condiciones para crecer
Las condiciones objetivas para una política económica de crecimiento, tras la larga etapa de ajuste, son las mismas para Manuel Castells, catedrático de Sociología Urbana en Berkeley, que para el secretario general de Empleo, Álvaro Espina, y para Rodríguez: que crezcan también los países de nuestro entorno (es decir, que la española no sea una experiencia aislada como la que llevó al fracaso a los socialistas franceses); fuerte apoyo estatal y privado a las inversiones en capital productivo (que: crezca más la inversión que el consumo); flexibilización del aparato productivo y financiero; y crecimientos salariales lejos de los dos extremos posibles, es decir, o que pierdan poder adquisitivo o que se incrementen por encima de la productividad.
Los inductores del Programa 2000 entienden que hasta ahora sólo se ha instrumentado una pequeña parte del debate. Tras el seminario de Santander se ha abierto el de Jávea, sobre los nuevos horizontes teóricos para el socialismo. Luego se producirá el 31º Congreso del PSOE, y más adelante el encuentro de todos estos análisis con la sociedad. En una estimación apriorista -y sin duda optimista- opinan que al final un millón de personas habrán conocido lo fundamental del proceso; un proceso que se inicia "con muchas incertidumbres".
Los papeles básicos encargados a los expertos ya han sido entregados, aunque muchos de ellos están "cogidos con alfileres". Ahora, una comisión se encarga de ordenarlos para que comience su estudio. No hay prisas; el nuevo contrato social se tendrá que conseguir poco a poco, tendencialmente, sin firmas ni fotografías. Al final, cuanto más representativos sean los agentes que lo suscriban más profundos serán sus contenidos. ¿No es una nueva utopía?
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