Joselito tiene síntomas de 'pegapasitis'
La cornada que sufrió el pasado San Isidro, tan dolorosa y espeluznante, no le ha restado valor a Joselito: sigue siendo quien era, genio y figura, y ya pueden salirle toracos descastados, topones, violentos, como los de ayer en Guadalajara, que se faja con ellos, los pisa el terreno, o los aguanta de lejos arrancadas fuertes e inciertas, aunque sea al pegapasista estilo.
El peligro del toro no es problema para Joselito, de momento. En cambio sí es problema el contagio del pegapasismo, epidemia que padece la torería, con mayor virulencia en los puestos altos del escalafón; grave epidemia que asola el arte de torear a través de un fulminante proceso degenerativo.
Joselito, inmune al virus cuando llamaba fuerte a las puertas del paraíso, en cuanto entró en él y se codeó con sus pegapasistas moradores, sufrió el contagio y ahora mismo padece pegapasitis, en grado que se determinará cuando se efectúen los correspondientes análisis de cultivos, atentas observaciones al microscopio y pruebas de contraste.
Sepúlveda / Ortega Cano, Espartaco, Joselito
Toros de Sepúlveda, de escasa presencia, descastados. Ortega Cano: pinchazo, media y rueda de peones; aviso con dos minutos de retraso (aplausos y saludos); estocada trasera a toro arrancado y rueda de peones (silencio). Espartaco: estocada corta trasera tendida y ladeada (silencio); dos pinchazos, otro hondo desprendido y descabello (aplausos y saludos). Joselito: media (silencio); dos pinchazos y estocada corta; aviso un minuto antes del tiempo reglamentario (palmas). Plaza de Guadalajara, 17 de septiembre. Segunda corrida de feria.
De momento, la sintomatología es preocupante: torea al revés; la pierna que tenía que estar delante, atrás; la que tenía que estar atrás, delante. Es decir, que después de varias temporadas provocando la admiración de sesudas aficiones por lo valiente, lo bonito, lo puro que cargaba la suerte, a pasado a descargarla. Y si la descarga, ya no torea en sentido estricto; acompaña el viaje.
Otros valores
Hay fundadas esperanzas de salvación, pues conserva otros valores, que son preciosos anticuerpos para superar la crisis. De un lado, su personalidad fuerte, su vocación evidente; de otro, esa técnica tan ajustada a los cánones como es citar adelantando la muleta, echar sus bambas al hocico del toro y traérselo embebido. Así hizo en sus dos faenas, que consistieron en pelearse con los descastados animales, obligarlos a tomar un engaño del que se escupían, al que incluso coceaban con la mayor desvergüenza, para a continuación escapar al refugio de las tablas.
Los toros fueron deslucidos para los tres espadas, y es cierto que los tres estuvieron muy voluntariosos. Ortega Cano toreó en redondo con finura al primero de la tarde, único que tuvo fijeza, y al cuarto le buscó las vueltas en todos los terrenos, pero el toro daba las vueltas al revés, y también buscaba la huída.
Espartaco ahogó la probona embestida del tercero, metió el pico, sufrió enganchones, y en cambio al quinto lo retó en el centro del ruedo, con valeroso tesón, hasta conseguir ligarle pases, y constituyó todo un alarde, pues el toro era de condición asnal. Ni que decir tiene que Espartaco refrendó el alarde tirándose de rodillas, según se temía. Joselito hizo lo propio en el sexto. Otro contagio, si bien este se cura con aspirinas.
Hay una soterrada competencia entre Joselito y Espartaco, que viene de la temporada anterior. Ocurría que Espartaco era el que cortaba las orejas -así fuera a lo loco-, y Joselito el que toreaba bien. El estado de la cuestión es hoy que Joselito quiere cortar las orejas, aunque sea toreando mal. Le va a invadir la pegapasitis, pero ya empieza a ser mayorcito para saber lo que se juega.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.