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FERIA DE ALBACETE

Se equivocó Espartaco

Espartaco se cayó del cartel de ayer en Albacete. Los veterinarios rechazaron la cómoda corrida de Matías Bernardos que tenía preparada, y el diestro utilizó su derecho de no comparecer. Se equivocó Espartaco, se equivocaba. Como torero que comanda el escalafón no debe asustarse porque los toros de la ganadería a lidiar sean de Diego Puerta.Cuando abrió plaza el primer toro, de impresionante arboladura, el público comentó que era lógico que el de Espartinas se descolgara. Pero en seguida se comprobó la catadura noble del animal y su flojedad. Los comentarios cambiaron de signo. "Se equivocó Espartaco, se equivocaba". El resto de los animales fueron de semejante condición y los varilargueros les castigaron poquito. Mira que el número uno, en festejos, claro, no atreverse con estos toros tan corrientitos y del montón.

Puerta / González, Morenito de Maracay, De la Viña

Tres toros de Diego Puerta, con trapío y astifinos, y 2º, 3º y 4º de Puerta hermanos, discretos de presencia. Todos flojos. Dámaso González: aviso y ovación; aviso y oreja. Morenito de Maracay: ovación en los dos. Rafi de la Viña: vuelta; silencio. Plaza de Albacete, 14 de septiembre. Séptima corrida de feria.

Quienes no se equivocaron fueron los empresarios. Sustituyeron al numero uno, en festejos, claro, por Morenito de Maracay, triunfador la jornada anterior. Los empresarios se ahorraron el buen puñado de millones que van de diferencia entre los honorarios de uno y otro, pues los tendidos se abarrotaron.

Morenito no convenció como en el anterior festejo, con la muleta y espada, y sólo a medias con percal y banderillas. Al primer toro lo recibió con verónicas a pies juntos, destilando dos bellas medias alrededor de su cintura. Pero en su otro enemigo se alivió. Sus segundos tercios también fueron desiguales. Se lució frente al primero, sobre todo en sus pares al quiebro, y banderilleó vulgar en el otro. Con la franela sólo dio algunos destellos artísticos, pases sueltos. El fracaso fue mayor en el quinto, noblote y que exigía un toreo de calibre y no el de fuegos de artificio, nada profundo, aunque siempre valeroso que le aplicó Morenito.

Dámaso González no se equivocó. Con el primero, el más inválido, se hartó de intentar torear, sin conseguirlo. Sólo había pegado un pinchazo y ya le dieron un aviso. En el cuarto se lo dieron cuando aún estaba toreando con sus armas: poder, temple y quietud. Abrevió con la espada y obtuvo una oreja.

Rafi de la Viña, bullidor y valiente toda la tarde, apuntó -sin disparar- algunos buenos momentos en el tercero, pero le ahogó la embestida por el encimismo de su faena. Sus ganas de triunfo le estrellaron en el cojo sexto, que presentó algún problema.

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