El Ejercito prosigue la búsqueda de rebeldes huidos
La presidenta de Filipinas, Corazón Aquino, dijo ayer que los militares que el pasado viernes participaron en un intento golpista pretendían asesinaría, junto a su familia. Aquino reanudó ayer su programa normal de actividades con un discurso en la ceremonia del día de los héroes nacionales, en el que se rindió memoria a las víctimas de la sublevación del fin de semana. El coronel Gregorio Gringo Honasan, principal inspirador del fallido golpe, continúa en paradero desconocido, mientras el Ejército seguía ayer operaciones de control en los accesos a Manila y la persecución de unos 300 soldados que aún no se han rendido. El ex ministro de Defensa y principal figura ole la oposición, Juan Ponce Enrile, aseguró ayer que no tiene vínculos con los golpistas.
'Los militares golpistas han sido unos traidores" repitió la presidenta Aquino, aparentemente tranquila y segura de sí misma, al festejar la ceremonia anual en honor de los héroes nacionales. El acto tuvo lugar al mediodía en el fuerte Bonifacio, en presencia del general Fidel Ramos, jefe del Alto Estado Mayor del Ejército filipino; del ministro de Defensa, Rafael lleto, y de la mayoría de miembros del Gobierno. La presidenta afirmó que los rebeldes querían asesinarla a ella y su familia a fin de instalar una junta militar, contraria a los principios de la democracia, debilitada por ocho intentos golpistas en los 18 meses de vida.
Cory Aquino prometió que los golpistas serán castigados y honró la voluntad de la gran mayoría de los 150.000 soldados de ser fieles a la Constitución en la que se basa el nuevo sistema democrático filipino. Por la tarde, la presidenta visitó y condecoró en el hospital Militar a varios soldados heridos en su lucha en defensa del sistema elegido democráticamente.
Pugnas entre militares
El hecho de que miembros del Ejército se enfrentasen durante el pasado viernes -con un balance oficial de 39 muertos y 209 heridos, entre militares y civiles- se interpreta en medios políticos filipinos como una división real de las fuerzas armadas que debería contribuir a poder limpiar el Ejército de elementos desestabilizadores, incluidos algunos de los jóvenes oficiales del Movimiento Reformista, inspirado, entre otros, por el coronel Gringo Honasan. Mientras Cory Aquino parece haber superado la mayor crisis desde la llegada al poder, el 25 de febrero de 1985, tras la caída del dictador Ferdinand Marcos, el hombre fuerte de la oposición, el ministro de Defensa y actual senador, Juan Ponce Enrile, negó rotundamente cualquier vínculo con los rebeldes. "No acudí a la reunión de urgencia del Senado para evitar interpretaciones erróneas y hacer aún más dificil la situación", dijo ayer Enrile en un programa de radio. Negó haber tenido ningún contacto con el coronel Gringo Honasan desde el pasado 13 de agosto, ni haber dado ninguna orden a los militares que se levantaron contra Aquino.
"No quiero ni condenar ni absolver a los rebeldes; dejo esto en manos de los tribunales", dijo el polémico ex ministro de Defensa, mientras las autoridades militares continuaban interrogando a los 719 oficiales y soldados detenidos, que fueron transbordados a bordo de un barco militar fondeado en la bahía de Manila.
Enrile insitió en que lo mejor que pudo hacer en la jornada del viernes fue estar callado, teniendo en cuenta que el coronel Honasan era su jefe de seguridad cuando el 23 de febrero de 1985 Enrile y un grupo de militares se amotinaron en Camp Aguinaldo en contra de la dictadura de Marcos y en defensa de Cory Aquino. Enrile dijo que no tenía ningún interés en ser presidente.
Un silencio preocupante
Sin embargo, su silencio en las horas más duras del golpe, cuando los sublevados atacaban el palacio presidencial de Malacañang o interrumpían las emisiones en las cadenas de televisión o se atrincheraban en el cuartel de Camp Crame, sede del cuartel general de las fuerzas armadas, son hechos que abren muchos interrogantes sobre cuál era la posición real de Enrile en aquel momento. "Estoy cansado", zanjó "Enrique, "de que cualquier acción militar anti-Cory se me vincule a mí". Lo que ocurre es que su proximidad con los jóvenes oficiales reformistas, sus duras críticas al Gobierno de Aquino y su participación en el intento golpista en. noviembre del 1986 le convierten. en la pieza clave que políticamente, podrían desear los militares anti-Aquino.
Ponce Enrile advirtió que "hay que buscar y elimina:- las causas del malestar entre los militares". Causas que, como otras tantas en este país con casi el 70% de población que vive por debajo del índice de pobreza, hay que buscarlas en la miseria general. Un soldado cobra en Filipinas 12 pesos al día (equivalente a menos de unas 10 pesetas) y Cory sólo promete elevarlo a 16 pesos, a partir de enero próximo. Los jóvenes oficiales parecen tener prisa en ascender en el escalafón.
El material de las fuerzas armadas es anticuado, como demuestra que los hombres leales a Aquino tuvieron que utilizar contra los amotinados dos viejos aviones japoneses de la II Guerra Mundial, del modelo de los célebres Tora-tora. El porcentaje del presupuesto general para la defensa es sólo del 5%, cuando en época de Marcos era de casi el 35%, recordó Enrile.
El gran interrogante
El gran interrogante que se abre ahora ante el futuro político de Filipinas es saber si se trata del "último hurra", como definió los hechos del viernes Jocker Arroyo, el influyente secretario de la Presidencia. Desde hace poco más de un año, desde julio de 1986, la presión de los militares continúa de manera abierta marcando los pasos políticos de la presidenta de Aquino, que debe hacer muchos equilibrios para ir andando entre golpes.
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