La impotencia del civismo

Sí, señores; esto es lo que he sentido hoy, como tantos otros días en los tantos no sé si debo continuar siendo cívica, con lo que ello lleva de respeto, educación y demás, o si, por el contrario, lo que ocurre es que estoy haciendo el idiota, por no emplear palabras mayores que serían las que realmente interpretasen mejor lo que siento.¿Cómo sentirse cuando viajas en metro, por ejemplo, y ves que un señor bien vestido y con apariencia educada saca un cigarrillo, lo enciende y tan tranquilo; algo más allá, otro elemento, esta vez un poco más joven, hace lo mismo y se fuma tan campante y sin ningún problema el suyo. No queda ahí la cosa, sino que en un asiento de cuatro van tres jóvenes, una chica y dos chicos que al terminar sus latas de Fanta, sin más ni mangas lanzan las mismas por la ventana. ¡Viva la Pepa! Aquí cada uno hace lo que le da la gana sin que exista alguien que tenga las suficientes narices para increparles, pero eso no, ¿para qué? ¡Yo no me meto en líos, que les reprenda otro! Esta es la respuesta a la agresión sufrida por estas gentes que no merecen vivir en sociedad y sí en suciedad, ya que por su culpa los españoles, ante los ojos de los que nos visitan, seguiremos siendo tercermundistas y atrasados.

En el tren de cercanías es lo mismo, sólo que aquí la diversidad de elementos lanzados al exterior aumenta, arrojando lo mismo una botella de cerveza que unos pañales del niño. ¡Es como si creyesen que lo que ellos tiran se evapora por arte de magia!

No digamos de los grandes almacenes, por todos lados aparecen letreros de no fumar, y los primeros en hacerlo son los jefes de planta. alguien va con el cigarrillo encendido, no se preocupe, no pasa riada. ¡Siéntase como en casa, Si algún día, como es muy posible, ocurre una desgracia, entonces quizá se tomen en serio que la connvivencia y, el civismo no deben existir tan sólo en letreritos que quedan muy bien de cara a los que no conocen realmente la falta de ello, que por desgracia abundan en este país.-