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Plegaria para un escritor sin público

Joe Orton no busca la muerte, pero tampoco la evita, porque no la teme. Así termina por aprender lo que le hace falta para dejar otro de esos extraordinarios espejos sobre las contradicciones de una época. Orton es, como Sloane, fiel a sus fines, y se prodiga sólo en función de ellos. Por HaliweIl, a quien dedica esa obra, quizá a guisa de advertencia, siente una lealtad inquebrantable, pero varonil, y un sí es no es burlón. Hallwell jamás acaba de entenderla y termina aterrado por la posibilidad de una separación, o por esos demonios interiores que nunca, pudo manejar. En los tres años que van de Sloane a What the butler saw (1969), la obra póstuma, Joe Orton dejó, como Buñuel, Godard o Fassbinder, o como el propio Pinter, a quien admiraba, un cuadro para valientes de la circunstancia del hombre de hoy, y del de siempre.

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Un dramaturgo que salió de la alcantarilla

En la novela Head to toe (De cuerpo entero), póstuma también, Orton pone en boca de su protagonista, un escritor sin público, la siguiente plegaria: "Límpiame el corazón y concédeme el talento para enfurecerme correctamente".

Lo que pide no es poco para quien va a asegurar más tarde que "todas las clases sociales son criminales", puesto que "todos estamos locos", menos aquellos "a quienes llamamos dementes". Sea cual sea el arroyo o la alcantarilla de la cual surge el creador, de la tierra al olimpo -¿o es el cielo?- hay un buen trecho.

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