Noche de apoteosis con Zubin Mehta
Todo hacía pensar en una noche de apoteosis, como así fue. Se despedían del festival santanderino Zubin Mehta y la Orquesta Filarmónica de Israel con un programa brillante que partía de la obertura Oberon, de Weber, y se cerraba con la Primera sinfonía de Mahler, para ofrecer en medio la primera audición europea de la Cuarta sinfonía de Josef Tal. La plaza Porticada estuvo abarrotada el jueves, y el éxito fue total. La reina Sofía, acompañada de parte de la familia real, acudió al concierto de Mehta.
La Orquesta de Israel rindió homenaje con nuestro himno nacional, y el de su país, basado en un aire que por sus lejanas raíces bohemias evoca siempre el fluido melódico de Smetana en el Moldava. Con Weber, la ópera romántica alemana cobra vida tras el esplendoroso anuncio del Don Juan y La flauta mágica mozartianas y antes del Wagner de Tannhäuser, Los maestros cantores y Lohengrin. Las oberturas, como es el caso de Oberon, funcionan como auténtica síntesis ideológica y poemática de la obra que preceden. Ésta tiene algo de expectativa, que un director como Mehta sabe explotar en grado máximo.
Josef Tal, nacido en 19 10, es uno de los mayores exponentes de la música contemporánea en Israel. Este año se asoman con insistencia a los programas de concierto y a los escenarios de ópera, pues el Principal de Berlín presenta la primera audición mundial de Der Turm, en montaje del teatro de Kassel bajo la dirección de Adam Fischer.
Sólo la radio ha difundido entre nosotros alguna música de Tal. Para la Orquesta Filarmónica de Israel ha escrito el compositor su Sinfonía número 4, que Zubin Mehta lleva durante el verano y parte del otoño por toda Europa. Articulada en un solo bloque de unos 20 minutos de duración, la obra demuestra el dominio orquestal de su autor a través de una ágil andadura y una orquestación contrastada y rica de colores, todo ello puesto al servicio de una ideología entre estructural y expresivista.
Moderadamente moderna, la nueva obra de Tal se sitúa en lo que suele llamarse estética intermedia o eclecticismo. En cualquier caso, funciona con brillantez y obtuvo de la orquesta y de su director una traducción de gran efectividad.
El público esperaba, sin duda, la Primera Sinfonía de Mahler, autor excelentemente entendido por el director de Bombay. La ofreció según la primera versión de 1884, esto es, la estructurada en cinco movimientos, uno de los cuales se suprimió después. Se trata del titulado Blumine, cuya música procede de una partitura escénica anterior escrita por Mahler.
La verdad es que no añade gran cosa a la versión definitiva y la supresión pudo estar justificada por una relativa mutación del proyecto mahleriano. En principio pensó en un inmenso poema en cinco partes sugerido por el Titán, de Juan Pablo Richter. Después quiso ceñirse a la forma sinfónica según la concibió el autor de los geniales Ciclos de Lieder, alguno de los cuales pasa a los pentagramas de la Tercera Sinfonía. Espléndida versión y formidable éxito de la agrupación israelí, que obligó a los visitantes a interpretar varias obras fuera de programa.
Babelia
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