Refritos de verano

Las rebajas de verano nos imponen, galantes, el rutinario arte de la secuela, fórmula, como la del remake, bien recibida por el cinéfilo. Sin salirnos de la pulposa estela del cine fantástico, King Kong, Freddie y Clark Kent aterrizan, y cuando pueden aterrorizan, este verano tórrido entre nosotros. Viejos amigos ya de nuestras cultas oníricas, esta vez sus funciones tienen menos encanto. El gorila gigante ha sido el más afectado por los precios de saldo. El ecléctico Dino de Laurentiis parece querer amortiguar sus fugas a la zona del riesgo (léase David Lynch, léase Dune y Terciopelo azul) con el presumible valor seguro, aunque esta vez le ha salido rana el invento. King Kong 2 es puro artefacto inútil.También Superman IV propone bondades ecológicas. En esta nueva entrega del héroe kryptonita se nos habla de los peligros de la carrera armamentista. Estamos ante un nuevo Klaatu, casi 40 años después, pero mucho menos pasivo. Superman segrega todas las armas nucleares de nuestro planeta y las envía al Sol. También provoca un eclipse de Sol corriendo levemente a su izquierda la Luna. Ya la película abre con una demostración de sus facultades, por si alguien no tenía idea sobre quién es nuestro personaje: salva de un accidente a unos astronautas soviéticos, aprovechando la ocasión para declamar unas palabras en ruso, detalle muy diplomático.

Todas estas heroicidades astronómicas son producto de un guión que no sabe muy bien por dónde hacer volar a nuestro protagonista. Tanto el reencuentro con el grotesco Lex Luthor, ausente en la anterior, como su enfrentamiento con esa criatura indestructible nacida de la energía atómica, o como el burdo capítulo de la apropiación del rotativo Dady Planet por un magnate de la prensa no hacen sino confirmar que la serie supermaniana, o se renueva por el camino de la transgresión (Dick Lester llevaba haciéndolo en las dos anteriores entregas, pero su iconoclástica ironía no convenía al mercado) o fallece sin remedio.

Peor todavía, más allá de la escasa recurrencia temática, no hay valores plásticos notables en Superman IV. En manos de la Cannon cayó esta vez, y el estrangulamiento ha sido implacable. En Superman III se habían superado notablemente los efectos especiales. Ahora, Sidney J. Furie, de profesión sus ineptitudes, se rinde, como jamás hubiera hecho Lester, a las exigencias de Golan y Globus.

Queda Pesadilla en Elm Street 3 como lo más decoroso de este triunvirato de refritos. La original de Craven era estupenda, proponiendo una textura uniforme entre el sueño y la realidad de grandes aciertos visuales. La de Sholder era más bien penosa, y esta de Russell, hasta que la aparición de John Saxon la convierte en un rizar el rizo poco menos que intolerable, tiene algunas ideas escenográficas agradablemente terroríficas.