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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Clásica de espías

Hace unos años, de John Mackenzie estrenaron nuestras pantallas un insólito filme de gánsteres, El largo Viernes Santo, interpretado por el hoy famoso protagonista de Mona Lisa, Bob Hoskins, e injustamente silenciado. Con mayores alharacas, como corresponde a un filme interpretado por Richard Gere y Michael Caine y basado en una obra de Graham Greene, aunque de menor interés que aquélla, nos llegó hace relativamente poco El cónsul honorario, donde Mackenzie volvía a poner de manifiesto sus dotes de buen narrador, aprendidas durante largos años de trabajo para la televisión. Ahora tenemos de él otra adaptación de fuste, la novela, tan cinematográfica, El cuarto protocolo, de Frederick Forsyth, escritor a menudo llevado al celuloide (Chacal, Odessa, Los perros de la guerra ... ) y muy entusiasmado desde hace tiempo por esta obra, de la que ha sido, además de productor ejecutivo, guionista. Otro nombre propio del cine entra ahí en juego, puesto que ese guión ha sido tratado por George AxeIrod, gran pluma de la comedia sofisticada de los años sesenta, a quien ya vimos menguar sus facultades hace poco en El pacto de Berlín, de John Frankenheimer, también con Caine y también adaptación de una novela de espionaje de Robert Ludlum.

El cuarto protocolo

Director: John Mackenzie. Intérpretes: Michael Caine, Pierce Brosnan, Ned Beatty, Julian Glover, Joanna Cassidy. Guión: Frederick Forsyth, de su propia novela. Fotografía: Phil Meheux. Reino Unido, 1987. Estreno en Madrid, en los cines Real Cinema, Proyecciones y Carlton.

Potencias en juego

El cuarto protocolo viene a ser una clásica película de espías e intrigas internacionales con dos potencias en juego, el Reino Unido y la URSS. Como es habitual en estos casos, los comunistas vuelven a ser los malos de la función, empecinados en colocar en suelo británico, en una base militar norteamericana que habría de reportar todas las responsabilidades a Estados Unidos, una bomba atómica cuyo previsible efecto causaría la muerte a 2.000 o 5.000 personas. Detener el explosivo es lo que llevará de cabeza a los héroes del servicio de inteligencia británico. Un despliegue feroz de agentes dobles, triples y cuádruples, de escuchas, persecuciones y pesquisas diversas componen el cuerpo de esta película espléndidamente nerviosa y fluida, muy bien fotografiada y muy bien interpretada por un sólido plantel de actores. A Mackenzie, sin embargo -o a Forsyth, como se quiera-, se le va la mano o se le van las manos cuando, en un contexto grácil como es una película de suspense y angustia, caricaturlzan, casi sin proponérselo, la flema inglesa, justa, y la despiadada deshumanización soviética. Por eso, escenas como la del sádico asesinato del joven homosexual a cargo de Brosnan, por un lado, o, por otro, la de Caine haciendo justicia charlesbronsoniana en el metro de Londres rompen innecesariamente la línea tersa de una película de acción que sabe mantener en vilo al espectador.

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