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Los caballos que resultaron 'camellos'

La historia cruel de unos animales que presuntamente fueron utilizados para transportar cocaína

El envío de 44 caballos colombianos a España, un episodio que empezó mal hace pocos meses, terminó mal hace pocos días. La policía española ha descubierto que en las jaulas de los caballos venía escondida cocaína. El caso de los caballos que resultaron camellos amenaza con salpicar los nombres de personas de destacada posición social tanto en Colombia como en España. El transporte de los animales se realizó en un jet de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), circunstancia que desde el primer momento despertó el recelo de las autoridades que combaten el tráfico de droga.

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En una primera nota oficial, la policía informó que el caballista español Manuel Abajó Abajó, de 49 años, fue detenido en Medina del Campo (Valladolid), el pasado 3 de marzo, con 2.340 gramos de cocaína pura. Abajó había emigrado de joven a Colombia, donde mantuvo relaciones con la hija de un ex presidente del país latinoamericano. En un reciente informe confidencial la policía señala que Jorge Barco, hermano del presidente colombiano, y Manuel Abajó tuvieron "frecuentes contactos" en la época en que se iniciaron las investigaciones (julio y agosto de 1986), si bien según este informe, su relación puede deberse a simple amistad.

Un empleado del aeropuerto que atendió el vuelo en el que llegaron los caballos de Abajó dijo al diario colombiano El Tiempo que el hoy detenido importador, irritado por la demora a la que el cargamento fue sometido por las autoridades de narcotráfico, "amenazó con llamar a generales, embajadores y altos funcionarios colombianos de los cuales decía ser amigo".

Vuelo insólito

El episodio empezó con un vuelo comercial de la Fuerza Aérea Colombiana, circunstancia que, aunque no está prohibida por los reglamentos de la FAC, era insólita por lo menos en el tráfico aéreo intercontinental militar. En el aeropuerto de Barajas no se recuerdan antecedentes parecidos. Cuatro o cinco veces al año aviones de la FAC hacen escala en nuestro país, pero se trata siempre de vuelos oficiales. Abajó contrató los servicios de la Fuerza Aérea a cambio de una suma no revelada que, según dijo en su momento un agente de aduanas, era 20.000 dólares inferior a la que otras empresas le cobraban. En Colombia se retrasó el vuelo 48 horas mientras agentes especializados inspeccionaban la carga. Por esta razón el vuelo de la FAC 1.201, un Boeing 707, llegó con retraso a Madrid. Sin embargo, en Madrid también fue sometido a una cuidadosa revisión. Unidades de la policía antinarcóticos examinaron los caballos entre las seis de la tarde del 16 de noviembre de 1986 y las cuatro de la madrugada del día siguiente.

Después de una escala en San Juan de Puerto Rico, el 707 despegó con su cargamento para intentar atravesar en siete horas el océano.

Pero algunos animales comenzaron a agitarse, a pesar de que todos habían recibido inyecciones de Tranquilán. Los 44 caballos viajaban de pie en jaulas individuales durante el largo recorrido, y algunas horas antes de aterrizar en Madrid dos de los animales enloquecieron de tal forma que sus movimientos bruscos hicieron temer por la estabilidad del avión. Fue entonces cuando uno de los cuidadores que iban a bordo resolvió que lo mejor era matar a los animales rebeldes.

Jaulas rotas

"Los dos animales parecían como locos", dijo el jinete Juan Santamaría, "rompieron las jaulas a patadas y no los pudimos calmar ni siquiera con nuevas dosis de Tranquilán. El avión sonaba como un tren descarrilado y temíamos que se pudieran contagiar los demás caballos. Por eso tuvimos que matarlos". Como era peligroso disparar dentro de la nave, Santamaría tomó una navaja y se la clavó a la yegua Solidaridad en la aorta. Jesús Monsalve, mozo de cuadra, tuvo que encargarse de Impune, el segundo caballo. "En la desesperación", recuerda, "agarré un hacha de medialuna, de las que lleva el avión para emergencias, y le di varios hachazos al animal en la frente, hasta que cayó agonizando".

Lo que siguió fue una inundación de sangre. "Los 25 o 30 litros de sangre que tiene cada caballo brotaban como de una manguera y salpicaron todo el avión de una manera impresionante", dice Monsalve.

La matanza ocurrió a 10.000 metros sobre el Atlántico, en algún momento de la madrugada.

"Cuando llegó el jet y abrimos las compuertas", señaló un operario de Barajas, "el espectáculo era terrible. Las planchas de acero del piso estaban cubiertas de sangre, el avión olía a diablos y nos encontramos las dos bestias muertas con heridas profundas en el cuello y la cabeza".

En el jet de la FAC venían el comandante, coronel José Delgado, siete tripulantes -todos de la Fuerza Aérea- y ocho personas encargadas del cargamento: cuatro hombres, dos mujeres y dos niños.

Amenazas

El coronel Delgado estaba profundamente disgustado y decía que era la última vez que aceptaba un vuelo de esta especie. Mientras tanto, no menos disgustado, el importador protestaba por la muerte de sus dos caballos y amenazaba con pedir la intervención de distintos personajes, supuestos amigos suyos. El precio de cada animal oscila entre 300.000 y 600.000 pesetas. Ni los veterinarios que examinaron las vísceras de los caballos muertos ni los agentes que escudriñaron a los vivos encontraron ninguna muestra de que pudieran acarrear cocaína. Nuevamente en sus jaulas, fueron transportados hasta Algete, población cercana a Madrid, donde permanecieron algunos días en cuarentena. Otro caballo murió de neumonía poco después.

En ese momento la policía ignoraba lo que reveló semanas más tarde: que la droga venía disimulada en las barras de refuerzo de las jaulas de los caballos.

Los 44 caballos correspondían a la tercera importación de equinos que realizaba Abajó en los últimos años. La primera fue, posiblemente, en 1985, pero sobre ella no se conocen detalles. La segunda llegó en enero de 1986. Eran 35 caballos procedentes de Colombia, que fueron transportados por una aerolínea comercial norteamericana.

Las autoridades no estaban convencidas de que los cargamentos de Abajó se realizaran sólo con propósitos deportivos. En una ocasión la policía se presentó en la finca de Abajó en Toledo con el fin de prácticar una inspeccion minuciosa. En esa oportunidad el propio Abajó les suministró herramientas para que pudieran aserrar, si querían, las jaulas. No encontraron nada. Pero, según el comunicado oficial que dio a conocer la policía después de la captura del caballista, "la brigada central sospechaba desde hace más de un año que el detenido pudiera dedicarse al tráfico de cocaína, máxime habiendo residido varios anos en Colombia y Venezuela, blanqueando el dinero adquirido con el narcotráfico por medio de unos negocios".

Basada en tales sospechas, al parecer la policía intervino el teléfono del español. El martes 3 de marzo, finalmente, lo siguió hasta Medina del Campo y, dentro de un túnel existente en la N-VI, interceptó su coche y encontró en él 2.340 gramos de cocaína pura, valorados inicialmente en más de 40 millones de pesetas, si bien, en caso de adulterarse, superarían los 70 millones de pesetas.

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