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Tribuna:PULSO EN ORMUZ
Tribuna
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Jomeini, Wojtyla y el Satán del consumo

Se ha dicho durante estos días, y con muchas buenas razones, que el conflicto del golfo Pérsico entre Irán e Irak, con todos sus sangrientos reflejos en varias partes del mundo, es una guerra de religión del mismo tipo de las que afligieron a Europa después de la refórma protestante. Igor Man, que ha sugerido esta tesis en La Stampa, trataba así de hacer más comprensible la radicalidad de este conflicto; pero, sobre todo, trataba de demostrar que, dada dicha radicalidad religiosa de la guerra, los dos contendientes se ven azuzados por la lógica de las cosas a luchar por la victoria total o por la destrucción; no pueden contentarse con acuerdos o componendas territoriales. También una conclusión implícita en esta tesis es que esta guerra crea en Occidente problemas de comprensión insuperables porque, como guerra de religión propiamente dicha, responde a una lógica de la que ya no tenemos ninguna práctica: las guerras de religión forman parte, para Occidente, de un pasado remoto, y por esto la política occidental -pero también la de la URSS- presenta tantas vacilaciones en el asunto del Golfo.¿Pero es verdaderamente Jomeini un personaje de otro mundo? ¿Son realmente sus tesis, dejando a un lado las más específicamente ligadas a los textos del Corán, tan diferentes de lo que escuchamos decir hasta la saciedad a nuestro alrededor? El Satán americano contra el que Jomeini incita a luchar a todos los musulmanes y con ellos a todos los pobres del Tercer Mundo es, en definitiva, el mismo consumismo y hedonismo.de masas que constituye el enemigo principal del papa Wojtyla y del cardenal Ratzinger. El eslogan que gritaban los peregrinos iraníes en su manifestación en La Meca -"Ni Este ni Oeste: islam"- es, al menos en su parte negativa, absolutamente compartido por no pocos de nuestros fundamentalistas. Jomeini habla de América como de Satán; Juan Pablo II ha hablado seriamente y con frecuencia de la presencia del demonio en el mundo, y si pensamos en la fisonomía que le asigna no es muy diferente de la que supone Jomeini.

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Aspecto teocrático

Verdaderamente, la teocracia del Irán jomeinísta no encuentra analogías -ni prácticas ni teóricas- en las posiciones políticas de la iglesia católica. Pero si se piensa en las intervenciones papales en materia de ética -sensualidad, bioética y familia- en las que se reivindica el deber de someterse a unas leyes de la naturaleza sólo evidentes, sin embargo, de acuerdo a la revelación positiva -Antiguo y Nuevo Testamento-, de la cual la iglesia es intérprete y custodia, entonces tampoco el aspecto teocrático del fundamentalismo jomeinista parece una peculiaridad tan remota. Sacar a la luz estas analogías -algunas de entre las inuchas que se podrían encontrar, incluido el eslogan "mejor muertos, que rojos", que circulaba hace algún tiempo entre nuestros integristas- no significa instrumentalizar el caso Jomeini para nuestras polémicas internas. Al contrario, se trata de darse cuenta de que el carácter mundial del problema Jomeini no sólo está determinado por la posibilidad de que la guerra del Golfo conduzca a una conflagración más amplia que nos incluya a todos, sino más bien por el hecho de que el fundamentalismo islámico (del que Jomeini es el guía carismático) rádica en una actitud antimoderna también ampliamente difundida en Occidente y tal vez en los países socialistas.

Más que un conflicto religioso motivado por problemas y alternativas que se nos escapan -o bien porque no somos musulmanes, o bien porque ya hemos superado la frase bárbara de las guerras de religión-, la guerra santa del imam contra el Oeste, el Estey los países musulmanes corruptos es un aspecto específico, pero no aislado, de un proceso de resistencia general a la modernización, de rechazo de, los inciertos horizontes que cada ruptura con la comunidad y cada paso a una sociedad más abierta comportan. Tanto el fundamentalismo de la iglesia wojtyliana como el fundamentalismo de la mayoría moral, americana, y quizá el fundamentalismo religioso de la resistencia interna a los regímenes comunistas del este europeo, son expresiones de esta misma resistencia.

Formular estas hipótesis no tiene ninguna utilidad inmediata para la solución del problema del Golfo. Pero tal vez puede inducirnos a reorganizar nuestra visión de los problemas políticos frente a los que nos encontramos. No es inverosímil que el actual proceso de distensión reemprendido por Gorbachov responda a esta lógica: reconocer la comunidad sustancial de intereses -de consumo y hedonísticos- de los países tecnológicamente avanzados, que precisamente por esto deben replantearse sus políticas belicistas y aliarse en una gran tarea de modernización. ¿Significa esto, como pretende Jomeini, que la nueva división del mundo se da entre países ricos y países pobres del Tercer Mundo? Tal vez sí, pero recomponer la división en estos términos implica también moverse en una perspectiva que excluye la guerra desde el momento en que no considera el consumo como un asunto satánico. Si hoy la lógica del consumo impulsa a EE UU y a la URSS a buscar la distensión y una reducción de los gastos militares, también es lícito esperar que esta misma lógica tienda a dar formas nuevas, menos violentas, a la relación entre el mundo rico y el mundo pobre. Por lo demás, la política que se apoya en los cañones (pensamos en la fallida empresa de liberación de los rehenes americanos en Irán o en los problemas de los soviéticos en Afganistán) es ya un arma sin filo. La guerra ya no es una solución lógica -si bien nunca lo ha sido- de los conflictos, pero podemos dejar de hacer la guerra a Jomeini sólo en la medida en que consigamos corromper cada vez más a las masas del Tercer Mundo, incitándolas a producir y consumir, es decir, a modernizarse.

Gianni Vattimo es filósofo y autor, entre otras obras, de Las aventuras de la diferencia y El fin de la modernidad. Traductor: Daniel Sarasola. Copyright L'Europeo.

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