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PULSO EN ORMUZ

La revolución islámica no busca el suicidio

JAVIER VALENZUELA, La política exterior iraní sorprende al mundo occidental por la manifiesta incapacidad de éste de comprender sus matices. Dos recientes gestos de Teherán han vuelto a provocar estupor en quienes sólo quieren ver a los revolucionarios islámicos como los malos de la película, un montón de fanáticos empeñados en fastidiar al resto del mundo y dispuestos a suicidarse en el empeño. Irán acaba de enviar un mensaje al secretario general de las Naciones Unidas en el que afirma, según su embajador ante dicho organismo internacional, Sald Rajaie Jorassani, que "ni rechaza ni acepta" la resolución votada unánimemente por el Consejo de Seguridad el pasado 20 de julio.

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Tal resolución llama a un inmediato alto el fuego entre los beligerantes de la guerra del Golfo, y anuncia posteriores sanciones al bando que se niegue a silenciar las armas. Varios dirigentes iraníes habían manifestado, al día siguiente de que se aprobara la resolución, que le encontraban aspectos positivos, pero que no podían aceptarla enteramente, por no señalar que Irak fue el país agresor.Para Irán es muy importante que la comunidad internacional reconozca la inicial culpabilidad iraquí. Ello alentaría sus pretensiones de obtener reparaciones económicas por los daños causados por la guerra, e incluso podría provocar la caída de Sadam Husein, el más odiado enemigo del ayatolá Jomeini.

Irán, no obstante, siempre ha reconocido el papel que el secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, podría jugar en un eventual acuerdo de paz, y si se repasa la historia del conflicto, ha intentado desarrollar en todo momento una guerra limpia, es decir, de soldado a soldado. Es Irak quien emplea armas químicas y quien también comenzó los ataques contra centros económicos y civiles de la república islámica, en un esfuerzo por afixiarla económicamente. El pasado lunes la aviación de Sadam Husein rompió una tregua de casi un mes en las acciones bélicas mutuas contra objetivos petroleros. En estos días 36 buques de guerra de las flotas norteamericana, francesa y británica se despliegan en aguas del Golfo y del mar de Omán. Es un argumento poderoso para que Irán no efectúe ninguna acción hostil que pueda acarrearle la cólera de Occidente.

Pese a los llamamientos a la venganza que han provocado el despliegue militar norteamericano en la región y los sangrientos sucesos de La Meca, ni los iraníes ni sus partidarios libaneses han efectuado en las últimas semanas ninguna acción de las que Estados Unidos calificaría de terrorista. Ni tan siquiera ha roto relaciones diplomáticas con Arabia Saudí, como no lo ha hecho hasta el presente con Irak y Kuwait.

Hachemi Rafsanyani, el presidente del Parlamento islámico, es un político prudente. En unas recientes declaraciones al diario iraní Ettelaat ha reconocido que el esfuerzo de guerra pesa duramente sobre la vida cotidiana de la población y que incrementarlo supondría un riesgo para el actual equipo gobernante. "La estabilidad del régimen está asegurada mientras el país pueda mantener una vida interna más o menos normal", dijo.

Limpieza de minas

El segundo reciente gesto iraní que ha sorprendido en Occidente ha sido el anuncio por el mismo Rafsanyani de que su Marina iba a comenzar a limpiar de minas el golfo Pérsico y el mar de Omán. Teherán se dirigió ayer oficialmente a los Emiratos Árabes Unidos para solicitar el permiso de enviar aviones y helicópteros a sus aguas territoriales, con tal propósito. La propuesta no será, sin duda, aceptada, pero revela que el Irán del imam Jomeini y más aún del hoyatoleslam Rafsanyani quiere comportarse de manera responsable como una gran potencia regional, equidistante de Moscú y Washington.

La solicitud iraní a los Emiratos subraya la "necesidad de cooperación mutua entre los países de la zona, que deben asumir la seguridad en el Golfo sin injerencias extranjeras, para desmontar los complós de Estados Unidos y sus agentes".

La voluntad iraní de limpiar de minas el estrecho de Ormuz y el mar de Omán es seria. La república islámica es quien más tiene que perder con el cierre de esa vía de paso, por la que exporta la práctica totalidad de su petróleo. Irak ya ha encontrado una solución alternativa a Ormuz en los oleoductos, y Kuwait y Arabia Saudí están en ello. El Texaco Caribbean, el petrolero de propiedad norteamericana y bandera panameña que el pasado lunes chocó con una mina en el mar de Omán, transportaba precisamente crudo iraní, lo que debe hacer recordar que una política de blanco y negro, buenos y malos, amigos y enemigos eternos, no sirve para Oriente.

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