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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Campamento militante

En el pasado mes de mayo tuve, junto con otros 600 trabajadores de Correos, la feliz idea de apuntar a mi hijo para unos campamentos de verano organizados por la Caja Postal. Estimé que el precio era ajustado y me congratulé de ver que existía alguna prestación de carácter social interesante para los funcionarios o sus hijos.Reconozco mi error al no hacer demasiadas, indagaciones previas sobre el carácter y la organización de estos campamentos, pero tampoco pretendía encontrar grandes planteamientos pedagógicos; sólo se trataba de que nuestros hijos disfrutaran de unos días en el campo para desintoxicarse un poco de los nueve interminables meses de disciplina académica.

El día 25 de julio era la fecha señalada para la visita de los padres, aunque el campamento aún duraría una semana más. En el caso de mi hijo no ha durado ni un día más, y pediría daños y perjuicios de no ser porque los daños morales no pueden compensarse económicamente.

La primera sorpresa que me encuentro al llegar allí es que la dirección la detenta un cura, pero no de un modo casual y ajeno a su confesionalidad, sino de un modo plenamente militante.

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Este señor se permitía formar a los niños, como si de una compañía militar se tratase, y, apoyando unos curiosos cantos y unas no menos curiosas ceremonias a propósito de una bandera., rezar unas oraciones propias de su religión. Los niños tenían la opción de no responder a los rezos, pero habían de mantenerse en posición de firmes en señal de respeto hacia esas prácticas, de las que yo, como supongo que otros muchos padres, he procuirado siempre mantener alejado a mi hijo.

Lo menos que se puede decir de esto es que resulta totalinente anticonstitucional (a nivel legal) y que se trata de un atropello y de un abuso de autoridad, con el agravante de tener como víctimas a niños entre 7 y 14 años (a nivel humano).

Y amos con la segunda sorpresa: la relativa a los cantos y las ceremonias. El Cara al Sol se ha sustituido por el himno del campamento, y la bandera tricolor, por otra de simbología incierta, pero bandera al fin y al cabo. El carácter marcial y solemne de estos actos de pleitesía a los símbolos no se ha sustituido ni tan siquiera disimulado.

¿Quién ha autorizado a nadie a poner firmes; a nuestros hijos ante un trozo de tela? ¿Quién ha dado su visto bueno para que se les haga cantar a voz en cuello su orgullo de pertenecer a un determinado grupo humano? Creo que han de ser ellos los que, algúr día, decidan si hay algo por lo que mantenerse firmes y por lo que sentirse orgullosos.-

Funcionaria de Correos. , Madrid.

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