Fractura en la derecha francesa
La rebelión interna contra la idea de pactar con Le Pen es un gesto de dignidad de Los Republicanos coherente con su historia
La derecha moderada francesa está sumida en una crisis existencial, quizá la definitiva después de años de pérdida progresiva de poder y votos en favor del amplio centro de Emmanuel Macron y la extrema derecha de Marine Le Pen. La decisión del presidente Macron de disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas el 30 de junio y el 7 de julio ha acelerado este proceso. Y ha puesto a los dirigentes de Los Republicanos (LR), el partido hermano del Partido Popular español, ante un dilema fáustico, que afrontan también, con variaciones, otros partidos de la misma familia en Europa: la tentación de romper el cordón sanitario, traicionar su alma republicana y pactar con el Reagrupamiento Nacional (RN) de Le Pen para formar una “unión de las derechas” con beneficios inciertos.
El martes, el presidente de LR, Éric Ciotti, anunció un acuerdo para presentar candidaturas conjuntas con el RN en las legislativas. El anuncio desató una rebelión de los barones de su partido, todos sus senadores y casi todos sus diputados. Consideran que pactar con Le Pen es una traición a los principios de un movimiento con una historia ligada al general De Gaulle y la resistencia contra la ocupación alemana, y con la defensa del cordón sanitario contra la extrema derecha. El acuerdo Ciotti-Le Pen significaría que los conservadores están dispuestos a ser la muleta que ayude a los ultranacionalistas a conquistar el poder. La disputa interna, que aboca al partido a una escisión, si no a su desaparición, tomó el miércoles un cariz grotesco. El buró político de Los Republicanos destituyó a su presidente, quien inmediatamente anunció un recurso ante la justicia y se negó a abandonar su despacho en la sede oficial.
La rebelión de los parlamentarios y los barones contra su líder es un gesto de honor. El actual Reagrupamiento Nacional es el partido heredero del viejo Frente Nacional, fundado hace medio siglo por antiguos colaboracionistas con los nazis y veteranos de la guerra de Argelia que combatieron, a veces con violencia, contra el general De Gaulle. Es verdad que, a lo largo de la historia, Los Republicanos y sus antecesores como la UMP y el RPR han coqueteado repetidas veces con la extrema derecha y sus ideas, pero la idea de una coalición electoral se había mantenido tabú. Cuando en 2002 el presidente Jacques Chirac se enfrentó a Jean-Marie Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, se negó a debatir con él. Los de Le Pen, el padre entonces, la hija ahora, eran enemigos, no aliados.
La actitud de Ciotti obedece, en parte, a las afinidades entre un sector de Los Republicanos y el Reagrupamiento Nacional en cuestiones como la inmigración. Hay líneas rojas, en el plano de las ideas, que han saltado desde hace años. Para muchos votantes, expresiones como “cordón sanitario” o “frente republicano” ya significan poco. Sin apreciar este cambio en el electorado, no se entiende que el partido de Le Pen se haya convertido en una fuerza central en Francia. La batalla en LR también es una batalla de intereses: el de Ciotti por garantizarse un cargo en un hipotético gobierno del RN. Y el de los barones rebeldes por evitar que su partido, ya erosionado por Macron en su flanco centrista, acabe devorado por la extrema derecha en el flanco más conservador. Es un interés legítimo: los partidos de derechas fuertes y con principios claros ante los radicales son más necesarios que nunca en nuestras democracias.
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