Recuerdo de Gerardo Diego
El objeto de esta nueva carta (soy reincidente, me temo) es manifestar públicamente mi asombro y mi tristeza ante el silencio por parte de los medios de comunicación ante la desaparición de Gerardo Diego. Desde el día 8 en que se produjo su muerte, he esperado en vano que EL PAÍS -el único periódico que leo asiduamente, y ello por su interesante aportación cultural, hasta hoy ejemplarmente objetiva- le dedicara un espacio acorde con la significación literaria del poeta ido, aparte de la apresurada columna de Haro Tecglen en el número del día 10, si no recuerdo mal; clumna tanto más de agradecer hoy, puesto que ha sido la única. No quise anticiparme a opinar con una carta como ésta, en espera de EL PAÍS del jueves, con un suplemento dedicado a las letras. Ni una línea. Pienso que tal vez no ha sido aún posible (?) reunir suficiente acopio de material; espero al sábado, en el que también se dedican algunos espacios a temas de cultura: arte, libros, música... Nada.Y acepto al fin, porque al cerco de silencio de EL PAÍS se unen, con solidaridad digna de mejor causa, la radio y la televisión, que no se está dando tiempo a reunir datos para dedicar a Gerardo Diego un recuerdo bien merecido; que, sencillamente, se ha decidido ignorarlo, pasar como de puntillas sobre la obra de uno de los poetas más abiertos a las nuevas corrientes literarias, más decididamente innovador, más audaz a la hora de antologizar a la entonces jovencisima poesía española, a los que eran en aquellos momentos casi unos desconocidos y luego han constituido, con el propio Diego entre ellos, el grupo poético de más entidad y excelsa voz propia de la poesía española, la generación del 27, que por sí sola constituye todo un fenómeno, toda una historia literaria, un grupo que bastaría para justificar la literatura de un país.-
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