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La traca final

La declaración de George Shultz ha sido posiblemente la traca final de la investigación parlamentaria del Irangate, un asombroso ejercicio de autoflagelación pública y lavado de trapos sucios al que se ha sometido EE UU durante nueve semanas. Ha sido realizada con una total ausencia de teatro, lo que le ha dado mayor fuerza. El drama televisado en directo toca a su fin -ya sólo quedan las declaraciones del ministro de Justicia, Edwin Meese; del secretario de Defensa, Caspar Weinberger, y del ex jefe del Gabinete presidencial, Donald Regan.El testimonio de John Poindexter y el de Oliver North, desmentidos en sus puntos más importantes luego por el ex consejero de Seguridad Nacional, Robert McFarlane, y Shultz, apuntan más bien a una fría y calculada operación de encubrimiento político ideada por el fallecido director de la CIA, William Casey. El presidente de los comités investigadores, el senador Daniel Inouye, ha confirmado que "muy posiblemente ya nunca sepamos realmente lo que ocurrió". No parece importarles mucho a los norteamericanos, que opinan que el Irangate no es un asunto tan grave.

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