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Excluido de las decisiones

Francisco G. Basterra

El secretario de Estado, George Shultz, que se opuso al intercambio de armas por rehenes pero fue desoído por el presidente, ha contado que presentó su dimisión tres veces a Reagan y que algunos extremos de la operación secreta iraní le "revolvieron las tripas".Ha explicado durante dos días al Congreso, sin la ayuda de abogados, con precisión y sin las lagunas de memoria del ex consejero de Seguridad Nacional, John Poindexter, cómo fue dejado al margen de la política exterior. Se le ocultó que Reagan había firmado tres órdenes para vender armas a Irán y se enteró por los periódicos que se estaba enviando material militar a Jomeini.

Shultz ha sido despiadado con el desaparecido director de la Agencia de Central de Inteligencia (CIA), William Casey, el confidente del presidente, a quien ha culpado de ser el padrino, el ejecutor yel encubridor final del mayor desastre de política exterior de la presidencia de Ronald Reagan. Pero el arranque de sinceridad de Shultz, que no ha dudado en expresar su "frustración" y ha hablado de las "humillaciones" sufridas, ha dejado desnudo al titular dela Casa Blanca.

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Aunque ha defendido que actuó como lo hizo porque recibió mala información de sus subordinados, el secretario de Estado ha desmentido la imagen, ofrecida por el informe de la comisión Tower, de un presidente distante, descuidado y que no participa en el proceso de toma de decisiones.

"En contra de lo que se cree", ha explicado Shultz, "Reagan es un presidente de fuertes convicciones que decide, que participa. En la venta de armas a Irán se basó en su propia capacidad de juicio. Fue él quién tomó la decisión".

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