¿Una derecha regionalizada?
La derecha de este país se distingue, entre otras cosas, según el autor, por dos rasgos políticos muy significativos. El primero es que nunca ha gobernado establemente en régimen de libertades políticas y democracia parlamentaria. El segundo, más bien sorprendente, dado el tremendo centralismo de nuestro sistema político contemporáneo, es que nunca ha conseguido constituirse como una derecha unificada en uno o unos partidos de ámbito general y que su único elemento de unificacián ha sido el control del Estado autoritario.Los conservadores y los liberales que construyeron el Estado español contemporáneo bajo las anteriores monarquías borbónicas no eran auténticos partidos unificados, sino un conjunto de grupos y camarillas civiles y militares unidos a través del control de un Estado cerrado y autoritario. Y cuando la monarquía borbónica se agotó, la derecha gobernó pura y simplemente a través de la dictadura militar.
Desde ese control del Estado, la derecha ha gobernado efectivamente en toda España, pero cuando lo ha perdido -y esto ha ocurrido en los escasos y brevísimos períodos de nuestra historia en que el Estado se ha democratizado- la derecha se ha fragmentado políticamente. Baste recordar que en la Il República la derecha sólo consiguió rehacerse a partir de la suma de grupos de base regional y aún con el apoyo de dos fuertes pilares centralizadores como la Iglesia y el Ejército.
En estos 10 años de democracia la historia ha sido poco más o menos la misma. Inicialmente pareció que la UCD iba a terminar con esta incapacidad histórica de la derecha, pero no tardó en fragmentarse. Alianza Popular se constituyó como una formación política de derecha relativamente unificada, pero no como una alternativa de gobierno. Y ahora, después de las recientes elecciones europeas, autonómicas y municipales, vemos cómo el PSOE Pierde votos, pero la derecha no sólo no constituye una alternativa unificada, sino que experimenta nuevas fragmentaciones de carácter regional.
Lo nuevo es que ahora no sólo estamos en un régimen de democracia parlamentaria, sino que este régimen se ha organizado en forma de Estado de las autonomías. Y una de las cosas que demuestran estas elecciones es que la derecha sigue siendo incapaz de generar una alternativa general, pero puede generar alternativas parciales en algunas comunidades autónomas y en bastantes municipios. Y con ello podemos entrar en una fase política en la que la izquierda-más exactamente el PSOE- sea la única fuerza capaz de gobernar unitariamente el Estado y la derecha vaya aumentando su capacidad de gobernar comunidades autónomas y ayuntamientos, perro sin conseguir crear una alternativa global, es decir, una alternativa de gobierno del Estado.
Esta es una perspectiva preocupante porque puede: conducir a una auténtica destrucción del sentido del Estado de las autonomías. La derecha puede tender a convertir sis comunidades autónomas y sus municipios en una especie de feudos políticos enfrentados sistemáticamente con el poder central, y la izquierda puede evolucionar hacia un nuevo centralismo político y técnico, no sólo por mal entendidas razones de eficacia técnico-administrativa, sino también porque llegue a la convicción de: que sólo desde el Estado central se puede combatir a una derecha fragmentada regionalmente.
Creo que si esto ocurriese iríamos a la catástrofe. Las perspectivas abiertas por la organización del Estado de las autonomías se cerrarían, y al final la izquierda no tendría más asidero que el Estado central y neocentralista mientras la derecha se atrincheraría en sus nacionalidades y regiones hasta el momento de intentar desde ellas su propia conquista del poder central. Sería como revivir la experiencia de la CEDA, pero con mucho poder autonómico y municipal detrás.
Ya sé que esto es discutible y, desde luego, aleatorio, y que, hoy por hoy, no hay alternativa global de la derecha. Pero precisamente por esto es de tetner que la izquierda -y hablo esencialmente del PSOE, porque él es el eje fundamental de la izquierda- caiga en la tentación de pensar más en términos de alternativa global que de ahernativas parciales, más en términos de Estado central que de autonomías y municipios, y, en aras de proteger el poder central y evitar la formación de una alternativa general de la derecha, olvide la necesidad de combatir desde una perspectiva de izquierda en cada comunidad autónoma y en cada municipio. Estoy convencido de que es aquí, en las comunidades autónomas y en los municipios, donde se decidirá todo. Una izquierda que aguante más o menos en las elecciones generales pero que vaya perdiendo fuerza en las autonómicas y en las rnunicipales puede acabar aislada en la mera gestión administrativa del aparato del Estado y de los municipios.
El ejemplo más claro de: lo que quiero decir es el de Cataluña. En todas las elecciones ge
Pasa a la página siguiente
Viene de la página anterior
nerales los socialistas han sido la fuerza más votada. En las elecciones municipales, la izquierda -los socialistas, básicamente, pero también los comunistas- ha tenido igualmente la mayoría y la ha seguido teniendo en las recientes elecciones. Pero, en las autonómicas, Convergéncia i Unió (CiU) no sólo ha vencido en las dos hasta ahora celebradas, sino que ha ido ampliando su mayoría. Hasta ahora. se tendía a ver esto como un fenómeno normal, como si en virtud de una extraña ley de la sociología electoral resultase normal precisamente que los electores voten a fuerzas diferentes según el tipo de elecciones.
Las recientes elecciones municipales obligan a replantear seriamente las cosas. La izquierda ha mantenido sus principales posiciones, pero ha empezado a perder algunas de ellas y ha retrocedido en su conjunto. CiU no ha podido ganar su principal batalla -la del Ayuntamiento de Barcelonay no ha podido superar globalmente al conjunto de la izquierda, pero ha ganado posiciones y ha conquistado algunos ayuntamientos significativos. Pero lo más importante de todo es que CiU ha avanzado en su objetivo de aglutinar prácticamente a toda la derecha catalana engullendo a una buena parte del electorado de AP y desde luego lo que quedaba de la extinta UCD, sólo en mínima parte recuperada por el CDS. Por otro lado, ha destruido casi definitivamente a Esquerra Republicana y ha dejado sin espacio electoral al resto del nacionalismo.
La fórmula política de CiU es conocida. Ante una parte importante de su electorado aparece como una fuerza nacionalista que defiende a Cataluña contra un enemigo centralista, que no sólo no ha cambiado, sino que es más enemigo todavía desde que los socialistas gobiernan en Madrid. Su acción política concreta desde el Gobierno de la Generalitat es pésima, pero CiU consigue eludir sistemáticamente sus responsabilidades mediante el sencillo procedimiento de traspasarlas al Gobierno central. Todo lo que no funciona en Cataluña, es culpa del poder central. A cubierto, pues, de toda responsabilidad política, CiU dedica todas sus energías a la propaganda política y al control de los medios de comunicación, estimulando sistemáticamente los sentimientos de frustración y de aislamiento -justificados o no- de muchos sectores de la población. Para decirlo en términos sencillos: en Cataluña se han invertido los papeles que se atribuían tradicionalmente a la derecha y a la izquierda. La izquierda gestiona y la derecha hace propaganda, pero con un importantísimo presupuesto público detrás.
CiU se dirige a la derecha económica y social con la propuesta de convertirse en uno de los componentes claves de la derecha española que aspira a desalojar a los socialistas del poder central, cosa que no dejan de proclamar y :recordar los principales órganos de expresión de esa derecha, y que el propio presidente Pujol ha expresado plásticamente cuando ha ido a Madrid a explicar los resultados electorales catalanes, antes que en la propia Barcelona. En Cataluña, CiU ha ido englobando a la derecha tradicional o nueva, franquista o no, en este caso dejando en segundo o tercer término el discurso nacionalista. La combinación de las dos cosas a través del populismo de sus máximos dirigentes ha generado un tipo de partido-movimiento que agrupa a gente diferente por motivos diferentes, que une a nacionalistas y a antnacionalistas, a la derecha más tradicional con gentes de centro y de centro-izquierda, que agrupa a los que están contra Madrid y a los que están contra el Madrid del PSOE, a los que no quieren saber nada de lo que ocurre fuera de Cataluña y a los que quieren crear una alternativa de derecha para gobernar en toda España.
Esa fuerza no ha ganado las elecciones municipales, pero ha seguido avanzando y puede seguir avanzando en las próximas elecciones autonómicas si la izquierda no la detiene. Detenerla quiere decir combatirla en Cataluña y desde la situación específica de la comunidad nacional catalana, es decir, no desde el poder central, porque sólo desde Cataluña se puede romper la terrible dialéctica nacionalista del adversario exterior. Ya sé que esto obliga a replantear muchas cosas en el seno de la izquierda y muy especialmente de los que tienen la responsabilidad principal en la dirección de este combate político, es decir, los socialistas. La mayoría que la izquierda ha sabido mantener en estas elecciones municipales debe formarse y ampliarse también en las elecciones autonómicas, y esa mayoría se tia de forjar en Cataluña, no fuera de ella. Eso no quiere decir que fuera de Cataluña la izquierda deba asistir impávida al desarrollo de los acontecimientos políticos en Cataluña. Lo único que quiere decir es que el centro de gravedad debe estar en Cataluña y que el resto debe contribuir a potenciar la acción de la izquierda catalana.
Lo que no puede continuar en ningún caso es esta especie de convención -o de resignación- que hemos aceptado y que nos llevaba a considerar como normal que la izquierda ganase las elecciones generales y las municipales, y la derecha, las autonómicas. Esta pretendida división de funciones no es tal, porque con las elecciones generales no se quiebra el elemento central del bloque nacionalista conservador -es decir, el recurso al enemigo exterior desde los ayuntamientos se puede hacer una política global de nacionalidad o región.
Ya sé que la situación de Cataluña no es extrapolable de manera matemática al resto de España, pero creo que sí sirve para ilustrar lo que quiero decir. En Cataluña hay una derecha muy constituida y unificada, y todo proyecto político de la izquierda pasa por combatirla en Cataluña misma. Salvando todas las diferencias de lugar y de situación, esto es aplicable al resto de comunidades autónomas si se quiere evitar que la derecha se reconstruya a partir de las autonomías y que la izquiérda se encierre y aísle en el poder central.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.