_
_
_
_
_
RELEVOS EN LA CÚPULA DEL KREMLIN

Y a Popov lo que es de Popov

Las teorías menospreciadas hace dos años de un economista conectan con la renovación de Gorbachov

Pilar Bonet

Las teorías del economista Gavril Popov, profesor de la universidad estatal de Moscú, atraían hace dos años poca atención, tanto entre economistas occidentales como entre intelectuales comunistas soviéticos. En el libro Dirección eficaz, Popov pulverizaba la idea del Estado socialista protector con servicios subvencionados, empleo asegurado, precios estables y una igualdad que rebajaba a los mejores a la altura de los mediocres.

Más información
Mijail Gorbachov consolida su posición en el Politburó
Y luego dicen que la carne es cara

En su libro, que Popov defendía modestamente como una propuesta más, se elaboraba un modelo de sociedad estratificada, donde los bienes y servicios debían pagar y donde el rendimiento laboral daría acceso a un sistema de privilegios y las empresas no rentables serían cerradas sin más. Hoy todas esas ideas, que Popov llevó a la imprenta en julio de 1985, están en boca del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y forman parte del programa de perestroika económica dado a conocer anteayer por Mijail Gorbachov, un programa destinado a acabar con el "romanticismo económico".

"Y entonces, ¿para qué hemos hecho la revolución?", preguntaba un intelectual del partido al escuchar en 1985 que Popov defendía el despido de los trabajadores redundantes o sobrantes. Y no sólo eso, sino también el escarmiento de los culpables (los mismos trabaja dores despedidos), haciéndoles trabajar por poco sueldo en labores duras. La teoría de fondo era que así aprenderían a apreciar lo que habían perdido por su falta de diligencia.

Hoy los despidos son una realidad (el paro como fenómeno social se sigue negando oficialmente, aunque es abordado por los economistas a título individual), y los planes económicos para Asia central, la región de la URSS con mayor densidad de población, incluyen no sólo la planificación familiar, sino también la emigración de una parte de la población laboral a otras regiones.

"Es sólo un pedagogo. A quien hay que leer es a Bunich", decía también hace casi dos años un economista soviético de moda, que aparentaba tener por casualidad el libro de Popov sobre la mesa de su despacho. A Popov no le citaban las listas de economistas soviéticos preparadas por los vigilantes estudiosos norteamericanos, pero el profesor tenía sus fieles lectores, y éstos séencontraban incluso en China. "Yo tengo una carpeta con todos los recortes de los artículos de Popov, y llevo tanto tiempo guardándolos que ya están amarillos", decía un veterano corresponsal chino que asegura haber seguido a Popov durante muchos años. "Es un hombre muy interesante", asegura.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En vísperas del 27º Congreso del PCUS, Popov se aventuró a defender en la Prensa el derecho específico de las minorías en la estructura del partido con un artículo titulado La minoría no es menchevismo. Hoy el profesor tiene muchos admiradores y ha participado en la reunión económica que presidió Gorbachov los días 8 y 9 de junio para preparar el pleno del comité central. Uno de los recientes artículos de Popov, donde denunciaba el terror estalinista como parte indisoluble del sistema de dirección económica administrativa aún imperante, ha sido objeto de enconadas polémicas.

Un acalorado debate

El artículo fue debatido recientemente en un acalorado debate de más de tres horas en el club Perestroika, alojado en uno de los institutos económicos más de moda de Moscú y uno de los centros de expresión que proliferan. Unas 600 personas presenciaban el debate y tomaban parte en él, En gran parte eran jóvenes economistas y sociólogos enganchados al carro de la perestroika. El pacto social existente en tiempos de Leonid Breznev -yo no trabajo, pero hago como si trabajara, y tú no me pagas, pero haces -como si me pagases- parece haberse roto hoy. Al trabajador se le pide que arrime el hombro y acepte riesgos sin unas garantías inmediatas de ver aumentar su nivel de vida. Se le castiga en definitiva por el mal funcionanúento de un sistema que aprobaba su apatía y su evasión, según piensan medios críticos soviéticos.

"Cuando oí a una soviética llorando por su puesto de trabajo se me encogió el alma", dice un empresario occidental residente en Moscú, para quien tal angustia combinada con el socialismo rural era un plato demasiado exótico.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_