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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sueños inverosímiles

Lo primero, informar, y la noticia es ésta: la representación de Cosi fan tutte, de Mozart, en el teatro de la Zarzuela, ha alcanzado niveles extraordinarios de musicalidad, coherencia, buen ritmo y belleza en la acción y en la plástica. Y esto es noticia, pues la felicísima ópera bufa de Mozart es de una dificultad grande, aunque, como en el caso de ahora, cuando se vence, todo parece simple y como caído del cielo.Primer nombre: Antonio Ros Marbá. Su visión mozartiana estuvo cargada de detalles, sólo posibles en quien es y quien sabe, articulados en una totalidad que semejaba una gran sinfonía. El celebérrimo y stendhaliano encanto de Wolfgang Amadeo ¿de qué está hecho? No sólo de invención melódica,ni de una continuidad humanísima y trascendente; también de un talento orquestal que va más allá de la obra bien hecha para darnos lo que Ravel gustaba denominar el milagro y Falla, siempre el más humilde, llamaba caseramente el regalito. Ese milagro, es el clima de una orquesta, misteriosamente matizada, en la que nos sumergimos a través de esos ambientes -misteriosos, nocturnaleslogrados con apenas nada: sólo con genio.

Teatro Lírico Nacional La Zarzuela

Cosí fan tutte, de Da Ponte y Mozart. Estreno: Viena, 26 de enero de 1790. Estreno en España: Barcelona, 4 de noviembre de 1798. Reparto: Lella Cuberli (Fiordefigi), Ute Walther (Dorabella), Michael Ebbecke (Guglielmo), John Aler (Ferrando), Enedina Lloris (Despina) y Sesto Bruscantini (D. Alfonso). Coro y orquesta titular. Director del coro: José Perera. Escenarios y figurines: Radu y Miruna Boruzescu. Direccion escénica: Terenci Sinclair, sobre Liviu Ciulei. Director musical: Antonio Ros Marbá. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 8 de junio.

La inserción de las voces en la orquesta -esto es, una visión moderna e importante del teatro musical- cobra en Ros Marbá grados de perfección con los que trenza el estilo. A él han servido, cada cual desde sus propias concepciones, el director escénico -Terence Sinclair, basándose en lo hecho por Liviu Ciulei-, el escenógrafo y figurinista Radu y Miruna Boruzescu y, en el palco escénico, un juego de parejas verdaderamente valioso.

Fiordeligi, Dorabella, Despina, por una parte; Giuglielmo, Ferrando y Don Alfonso, por otra, fueron cantados y encarnados por Lella Cuberli, soprano tejana de especiales aptitudes para la obra del salzburgués; la mezzosoprano Ute Walther, además de perfecta línea estilística, que cantó con medios bellísimos y una justeza expresiva extraordinaria, y por nuestra Enedina Lloris, pura de timbre, con agudos fáciles y cantabilidad preciosista.

¿Se equivocan los diccionarios cuando adjudican a Bruscantini 68 años? Así parece dada su capacidad flexible de medios y su ligereza técnica. Mantiene en todo su atractivo este artista extraordinario, que cantó con la Schwarzkopf Cosi en el registro de Karajan en 1954. Un tenor de Baltimore capaz de alternar en la misma temporada neoyorquina el Don Octavio mozartiano y el Arturo de Los puritanos contrastó por la diferenciación del color, que supo someter al estilo impuesto por el autor y el director Ros Marbá. En fin, el barítono alemán Michael Ebbecke, en Guglielmo, completó el cuadro mágico de este divertimiento contra cuyo libro se lanzaron toda clase de proyectiles pero que con el paso del tiempo demuestra la refinada habilidad de su autor.

Francamente acertados los escenarios y los trajes de este Cosi, que confirma, en contra de lo que tantos pudieron decir, su valor casi emblemático del arte mozartiano, situado -como ve Montale- en el límite de la época de la razón y abierto a toda fantasía creadora.

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